El amigo del Puerto de
la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces (22/09/2017) estas
notas que tituló; “OTROS MARES, LOS HAY, ¡MADRE!”: “…Celébrense, todos los
años, «la jornada por los enfermos». Aunque todos lo estamos en algún grado, se
trata de los que guardan cama, o bien están recluidos en hospitales, asilos o
se hallan inválidos, o finalmente oprimidos por la vejez. Aunque mi progenitora
está ya difunta (que Dios guarde en paz), estuvo largo tiempo entre los
enfermos, tanto pasajeros, como terminales. Quiero aquí recordar mis
sentimientos mientras ella padecía, para que todos los pacientes confíen más en
el Señor, y acepten las pruebas del destino con amor y resignación, ¡pues hay
otros lugares deliciosos en otros mundos! Con lágrimas en los ojos retenidas/
con el corazón, sangrante/ el alma angustiada, reprimida/ inmerso en desilusión
constante/: en un mar de amarguras desasistida/ a la clínica cada día iba a
visitarte/; en tu postrer lecho te encontraba entristecida/ ¡¡maldita
enfermedad llegué a odiarte/!! Disimular el dolor querías/ el que a mi corazón
hería/ ¡mas no podías/! pues por repercusión yo lo padecía/ de veras madre,
nunca la fe perdía/ pues esperaba la sentencia establecida/. Te contaré el por
qué: aunque ahora tú lo recuerdas todo ¿verdad, madre? Algunos años atrás
sufriste dolencias en tu cuerpo (que no fueron las últimas), te sentías enferma
(bien lo sabes), acudimos a un prestigioso médico de Santa Cruz. Muchos análisis
te hicieron, mas... todo parecía inútil, no había remedio. Así me dijeron
varios galenos. El primero nos mandaba al segundo, éste al tercero y así
sucesivamente todos coincidían en su clínico veredicto. Por los análisis....
algo que no es bueno mortifica el cuerpo de tu madre, concluían: sólo
tratamiento y lo que Dios quiera. Ante este panorama, ¿qué podía hacer yo, por
ti, la que me llevaste en tus entrañas? ¡Mucho después de todo!, antes de
proseguir recordaré un dicho bíblico que dice: «no es de todos la fe». Por lo
tanto lo que a con-atenuación te contaré, a ciertas personas quizás no les
guste o no lo creerán, pero muchos recibirán consuelo. Acudí a la Madre del
Cielo, a la Virgen Dolorosa, la que intercede ante el Padre Eterno cuando
le pedimos —angustiados— algún favor. Era el más grande que en mi vida le había
pedido, «tu salud, corporal». Ante su altar de hinojos, con el corazón
constringido, cabizbajo y meditabundo. Concéntrome en piadosa oración. Pido una
y otra vez que te deje algún tiempo más, con nosotros; que no te llevara,
todavía. Levanté la cabeza, pues me sentía como observado. ¡Qué
sorpresa, Dios mío! El rostro de la Virgen parecía tenuemente iluminado y cual
si sonriera, con sus rosados labios. Sentí de súbito todo mi cuerpo estremecerse,
me pareció como si oyese: «Vete en paz hombre, la tendrás contigo». ¿Cuánto? No
lo inquirí, pues la amargura transformada en gozo hízome olvidar tal cosa. No
obstante todo en esta vida pasa, y fatalmente también el tiempo añadido. Nos
pareció corto, y sin embargo se te concedieron, madre, unos quince años, como
al profeta Ezequías (Is. XXXVIII; 5). Otra cosa quiero decirte —última ésta—:
Un día que fui a verte, en el lecho estabas triste y dolorida. Quise animarte
pero... jamás herirte. Sabedor de lo que te gustaba contemplar el mar, en días
espléndidos y con sol radiante, te dije: «El mar está hoy más bonito que
nunca»; ¡me miraste con tristeza y entre suspiros contestaste: ¡Hay el mar!
¡Quién pudiera volver a verlo! No pudieron articular mis labios lo que sentía:
«Otros mares más puros y azules los hay ¡madre! Es ahora ella quien podría
decirme: «Sí, Dios tiene preparados cielos nuevos, y nuevas tierras para
quienes le aman» (Apoc. XXI;1). «Y verás además mares transparentes como el
cristal, y azules cual zafiro» (Exodo XXIV; 10 - Apoc. XV;2). Hablamos
siempre de «esta vida» y <<este mundo». Luego existe «otra vida» y
«otro mundo» ¿no es así?—…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario