jueves, 28 de septiembre de 2017

EL TESÓN DE QUIEN GANÓ AL DESTINO POR GOLEADA.



El amigo del puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (28/09/2015) estas notas que tituló; “EL TESÓN DE QUIEN GANÓ AL DESTINO POR GOLEADA”: “…Entre la nutrida asistencia, el ex presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero. Hicimos la siguiente introducción:   En el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), tuvo lugar la segunda presentación del libro 'COLO, por Julio Santaella Benítez'. Entre la nutrida asistencia, el ex presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero. Hicimos la siguiente introducción:   
"El 22 de diciembre de 1938, en Berlín, el director de química del Instituto Kaiser Wilhelm, Ottho Hahn, y su equipo, consiguen la primera fisión nuclear de la historia.  Se firma un acuerdo italo-británico, en virtud del cual el Reino Unido reconoce la soberanía italiana sobre la invadida Etiopía e Italia compromete a retirar sus tropas de España al término de la guerra incivil. En Italia, precisamente, se aprueba una Ley que limita a las mujeres a ocupar solo el 10% de los trabajos mejor pagados en la industria y la Administración. En esa fecha, la poeta chilena Gabriela Mistral, que sería premio Nobel de Literatura en 1945, publica su libro Tala. Y ese día vino al mundo Julio Santaella Benítez, fruto de la unión matrimonial entre Augusto Santaella Cayol, “temperamental caballero” (no lo digo yo; es la definición de su hijo), y Julia Benítez Arnay, “bondadosa señora”, como él mismo la adjetiva.
De modo que la criatura abre los ojos y empieza a llorar cuando los españoles se disparaban entre sí; los alemanes iban ya, nada más  y nada menos, que por la reacción nuclear operada en el núcleo atómico donde se dividían los subproductos para liberar energía; ingleses e italianos se repartían todo un país y las mujeres de la bella Italia ya padecían lo que eran límites y cuotas salariales. Menos mal que la autora chilena parecía augurar hechos positivos: “Se acabaron los días divinos / de la danza delante del mar, / y pasaron las siestas del viento / con aroma de polen y sal, / y las otras en trigos dormidas / con nidal de paloma torcaz”.
¿Cuál de estos acontecimientos pudo influir más en la vida de quien, con el paso del tiempo, sería conocido popular y coloquialmente como Colo, un apelativo que, por sí mismo, invita al afecto? A quienes sostienen la  teoría de que algo de lo que ocurrió el día del nacimiento termina siendo una tendencia de la trayectoria vital, se les brinda la oportunidad de interpretar si alguno de estos hechos marcó el itinerario del autor del libro que hoy presentamos.
Al cabo de sus trescientas dieciocho páginas, uno se quedaría con los versos de la Mistral pues no es que Colo sea un apasionado de la poesía pero la delicadeza intimista de la autora chilena se identifica con el temple, con la manera de ser de alguien que enfrentó duros trances y los resolvió con la dignidad y la entereza de quienes no se rinden jamás por muy adversa que sea la situación. Por eso marcó a Gento con solvencia. Por eso compartió las mieles de aquel título liguero ganado en la última jornada de la temporada 1965-66, cuando nadie lo esperaba, en el desaparecido Sarriá y por el que cada jugador del Atlético de Madrid se embolsó veinticinco mil pesetas de entonces.
 Pero no solo de fútbol vivió Colo y no solo de fútbol se habla en este volumen. Es el hombre, es la persona, Julio Santaella Benítez, quien relata su vida, la que ha lidiado al margen de los estadios cuando fue jugador profesional y de los despachos cuando ejerció funciones de dirigente. Sin ser un juego de palabras, ello explica el título de la obra: Colo habla del hombre; Julio Santaella Benítez habla de Colo.
Es la vida de un luchador, digámoslo sin ambages. Si se fijan, al autor le han favorecido “las siestas del viento” de la Mistral: no tiene arrugas. O casi. Y es que nunca se arredró. ¿Cómo va a hacerlo quien se autodefine como “matemático empedernido, ingeniero frustrado… luchador nato, mal perdedor…”? En sus propias palabras, página 185, a propósito del fallecimiento en 1976 de su hija Nuria, de apenas dos años: “…Fue una gran tragedia, inicio de una serie de desdichas concatenadas que dejaron muy tocado mi estado de ánimo, sin fuerzas suficientes para sobreponerme y poder afrontar con firmeza las múltiples dificultades que me tenía reservada la vida. “Le eché un pulso a mi destino. Y gané por goleada…”.
Vaya que sí. Hasta cuando las empresas familiares -otro episodio- sufren un duro revés que era como ir perdiendo el partido por una diferencia insalvable. Eso también lo cuenta, con detalles, quien se sobrepuso y tuvo que buscar nuevos rumbos en el ámbito profesional. Era consciente de que el pulso se gana por constancia y resistencia. El investigador español Luis Señor dejó escrito que “la constancia es un puente entre el deseo y la realización”.
Colo lo cruza, al hablar de todas estas cosas, sin pretensiones literarias. El suyo es un relato autobiográfico llano cuya lectura descubre la personalidad de quien ha querido rendir cuentas sin resquemores ni ánimos revanchistas. Habla siempre de los demás y de todas las situaciones con respeto. Destila, además, ese afecto que sabe dispensar a quienes se lo merecen. El relato va desgranando fases, vivencias, determinaciones y cauces que desglosa con gratitud hacia quienes decidieron compartir sus afanes.
Entre ellos, el inolvidable Luis Aragonés, con quien mantuvo una estrecha amistad hasta el último día de su vida. Colo, junto a “el sabio de Hortaleza” y Miguel Martínez, fue protagonista de un sonado traspaso del Real Betis Balompié al Atlético de Madrid. El autor de este libro era el compañero de habitación de Martínez, cuando a éste le sobrevino la parálisis que le mantuvo inmóvil, en un sueño del que jamás despertaría.
A Luis, su segundo padre, a “Luisón”, le dedica un muy sentido último adiós en uno de los capítulos. Con verdadero cariño, evoca la figura de su hermano Tuto. No oculta su desgarro con la desaparición de su hijo Alejandro. Cuenta con fruición sus veranos en el Puerto de la Cruz, ciudad en la que echó raíces. Recuerda a paisanos como Manuel Torres y Vicente Molina que le atendieron en Caracas en las concurrencias internacionales del club rojiblanco. Su etapa como presidente del Club Deportivo Tenerife la califica como “aventura inconclusa”. Y confiesa el transcurso plácido de su vida al lado de los suyos, desde la oficina a cuyo balcón se asoma para escudriñar la siempre efervescente plaza del Charco.
Valores y sinsabores de Colo, de Julio Santaella Benítez a quien conocimos en Radio Popular de Tenerife donde, en un programa en directo, sin anestesia, le preguntamos para empezar: -¿Duermes tranquilo? Hoy en día, el recio defensor, el hombre curtido, contestaría afirmativamente aquella pregunta tan directa de los años setenta.
Y es que, de sonrisa obsequiosa y mirada sana, esta tarde ve culminado el deseo de ver publicada su vida, su trayectoria, sus peripecias, sus experiencias. Escrita en primera persona, sin muchos prejuicios en trescientas dieciocho páginas, con un amplio índice onomástico y con una serie fotográfica muy bien distribuida -parte de la cual ha servido para la composición gráfica de la portada- el autor ve desfilar el caleidoscopio de la vida, de grana, de albiazul, de verdiblanco y de rojiblanco. Lo hace además, aquí, en la siempre prestigiosa tribuna del Instituto como antes en el Club Náutico de sus sempiternas querencias, donde disfrutó tantos días divinos con aroma de polen y sal, por terminar con versos de Gabriela Mistral que, efectivamente, si nos permiten la licencia, marcaron la vida de Colo, en este caso contada por Julio Santaella Benítez"…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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