El amigo del puerto de
la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (28/09/2015) estas notas que
tituló; “EL TESÓN DE QUIEN GANÓ AL DESTINO POR GOLEADA”: “…Entre la nutrida
asistencia, el ex presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero. Hicimos
la siguiente introducción: En el Instituto de Estudios Hispánicos
de Canarias (IEHC), tuvo lugar la segunda presentación del libro 'COLO, por
Julio Santaella Benítez'. Entre la nutrida asistencia, el ex presidente del
Gobierno de Canarias, Paulino Rivero. Hicimos la siguiente introducción:
"El 22 de diciembre de 1938, en Berlín, el
director de química del Instituto Kaiser Wilhelm, Ottho Hahn, y su equipo,
consiguen la primera fisión nuclear de la historia. Se firma un acuerdo
italo-británico, en virtud del cual el Reino Unido reconoce la soberanía
italiana sobre la invadida Etiopía e Italia compromete a retirar sus tropas de
España al término de la guerra incivil. En Italia, precisamente, se aprueba una
Ley que limita a las mujeres a ocupar solo el 10% de los trabajos mejor pagados
en la industria y la Administración. En esa fecha, la poeta chilena Gabriela
Mistral, que sería premio Nobel de Literatura en 1945, publica su libro Tala. Y ese día vino al mundo Julio
Santaella Benítez, fruto de la unión matrimonial entre Augusto Santaella Cayol,
“temperamental caballero” (no lo digo yo; es la definición de su hijo), y Julia
Benítez Arnay, “bondadosa señora”, como él mismo la adjetiva.
De modo que la criatura abre los ojos y empieza a
llorar cuando los españoles se disparaban entre sí; los alemanes iban ya, nada
más y nada menos, que por la reacción nuclear operada en el núcleo
atómico donde se dividían los subproductos para liberar energía; ingleses e
italianos se repartían todo un país y las mujeres de la bella Italia ya
padecían lo que eran límites y cuotas salariales. Menos mal que la autora
chilena parecía augurar hechos positivos: “Se acabaron los días divinos / de la
danza delante del mar, / y pasaron las siestas del viento / con aroma de polen
y sal, / y las otras en trigos dormidas / con nidal de paloma torcaz”.
¿Cuál de estos acontecimientos pudo influir más en la
vida de quien, con el paso del tiempo, sería conocido popular y coloquialmente
como Colo, un apelativo que, por sí mismo, invita al afecto? A quienes
sostienen la teoría de que algo de lo que ocurrió el día del nacimiento
termina siendo una tendencia de la trayectoria vital, se les brinda la
oportunidad de interpretar si alguno de estos hechos marcó el itinerario del
autor del libro que hoy presentamos.
Al cabo de sus trescientas dieciocho páginas, uno se
quedaría con los versos de la Mistral pues no es que Colo sea un apasionado de
la poesía pero la delicadeza intimista de la autora chilena se identifica con
el temple, con la manera de ser de alguien que enfrentó duros trances y los
resolvió con la dignidad y la entereza de quienes no se rinden jamás por muy
adversa que sea la situación. Por eso marcó a Gento con solvencia. Por eso
compartió las mieles de aquel título liguero ganado en la última jornada de la
temporada 1965-66, cuando nadie lo esperaba, en el desaparecido Sarriá y por el
que cada jugador del Atlético de Madrid se embolsó veinticinco mil pesetas de
entonces.
Pero no solo de
fútbol vivió Colo y no solo de fútbol se habla en este volumen. Es el hombre,
es la persona, Julio Santaella Benítez, quien relata su vida, la que ha lidiado
al margen de los estadios cuando fue jugador profesional y de los despachos
cuando ejerció funciones de dirigente. Sin ser un juego de palabras, ello
explica el título de la obra: Colo habla del hombre; Julio Santaella Benítez
habla de Colo.
Es la vida de un luchador, digámoslo sin ambages. Si
se fijan, al autor le han favorecido “las siestas del viento” de la Mistral: no
tiene arrugas. O casi. Y es que nunca se arredró. ¿Cómo va a hacerlo quien se
autodefine como “matemático empedernido, ingeniero frustrado… luchador nato,
mal perdedor…”? En sus propias palabras, página 185, a propósito del
fallecimiento en 1976 de su hija Nuria, de apenas dos años: “…Fue una gran
tragedia, inicio de una serie de desdichas concatenadas que dejaron muy tocado
mi estado de ánimo, sin fuerzas suficientes para sobreponerme y poder afrontar
con firmeza las múltiples dificultades que me tenía reservada la vida. “Le eché
un pulso a mi destino. Y gané por goleada…”.
Vaya que sí. Hasta cuando las empresas familiares
-otro episodio- sufren un duro revés que era como ir perdiendo el partido por
una diferencia insalvable. Eso también lo cuenta, con detalles, quien se
sobrepuso y tuvo que buscar nuevos rumbos en el ámbito profesional. Era
consciente de que el pulso se gana por constancia y resistencia. El investigador
español Luis Señor dejó escrito que “la constancia es un puente entre el deseo
y la realización”.
Colo lo cruza, al hablar de todas estas cosas, sin
pretensiones literarias. El suyo es un relato autobiográfico llano cuya lectura
descubre la personalidad de quien ha querido rendir cuentas sin resquemores ni
ánimos revanchistas. Habla siempre de los demás y de todas las situaciones con
respeto. Destila, además, ese afecto que sabe dispensar a quienes se lo
merecen. El relato va desgranando fases, vivencias, determinaciones y cauces
que desglosa con gratitud hacia quienes decidieron compartir sus afanes.
Entre ellos, el inolvidable Luis Aragonés, con quien
mantuvo una estrecha amistad hasta el último día de su vida. Colo, junto a “el
sabio de Hortaleza” y Miguel Martínez, fue protagonista de un sonado traspaso
del Real Betis Balompié al Atlético de Madrid. El autor de este libro era el
compañero de habitación de Martínez, cuando a éste le sobrevino la parálisis
que le mantuvo inmóvil, en un sueño del que jamás despertaría.
A Luis, su segundo padre, a “Luisón”, le dedica un muy
sentido último adiós en uno de los capítulos. Con verdadero cariño, evoca la
figura de su hermano Tuto. No oculta su desgarro con la desaparición de su hijo
Alejandro. Cuenta con fruición sus veranos en el Puerto de la Cruz, ciudad en
la que echó raíces. Recuerda a paisanos como Manuel Torres y Vicente Molina que
le atendieron en Caracas en las concurrencias internacionales del club
rojiblanco. Su etapa como presidente del Club Deportivo Tenerife la califica
como “aventura inconclusa”. Y confiesa el transcurso plácido de su vida al lado
de los suyos, desde la oficina a cuyo balcón se asoma para escudriñar la
siempre efervescente plaza del Charco.
Valores y sinsabores de Colo, de Julio Santaella
Benítez a quien conocimos en Radio Popular de Tenerife donde, en un programa en
directo, sin anestesia, le preguntamos para empezar: -¿Duermes tranquilo? Hoy
en día, el recio defensor, el hombre curtido, contestaría afirmativamente
aquella pregunta tan directa de los años setenta.
Y es que, de sonrisa obsequiosa y mirada sana, esta
tarde ve culminado el deseo de ver publicada su vida, su trayectoria, sus
peripecias, sus experiencias. Escrita en primera persona, sin muchos prejuicios
en trescientas dieciocho páginas, con un amplio índice onomástico y con una
serie fotográfica muy bien distribuida -parte de la cual ha servido para la
composición gráfica de la portada- el autor ve desfilar el caleidoscopio de la
vida, de grana, de albiazul, de verdiblanco y de rojiblanco. Lo hace además,
aquí, en la siempre prestigiosa tribuna del Instituto como antes en el Club
Náutico de sus sempiternas querencias, donde disfrutó tantos días divinos con
aroma de polen y sal, por terminar con versos de Gabriela Mistral que,
efectivamente, si nos permiten la licencia, marcaron la vida de Colo, en este
caso contada por Julio Santaella Benítez"…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ
ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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