martes, 19 de septiembre de 2017

IN MEMORIAM. DON SIGFREDO REYES MARTÍNEZ



El amigo del Puerto de la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces (2014) estas notas que tituló “IN MEMORIAM. DON SIGFREDO REYES MARTÍNEZ”: “…Del enlace matrimonial, de don Juan Reyes Bartlet, músico, compositor, director, poeta, etc. con doña Edelmira Martínez Reyes, nacen cinco hijos. Tres féminas y dos varones. Veámoslo: Leticia, Yolanda, Isolda, Ramiro, y Sigfredo Reyes Martínez; todos ellos muy conocidos y respetados en nuestra ciudad, el Puerto den la Cruz. Hoy nos vamos a ocupar del último mencionado. Y, tercero en orden de nacidos.
Vio la luz Sigfredo, por primera vez, en Puerto de la Cruz, hace ochenta años (año de su fallecimiento). Contrajo matrimonio con  doña Ana María Reyes Duclos. De esa unión brotan cinco retoños. Vamos con sus nombres, según están escritos en el recordatorio que, amablemente, me cedió,  su viuda: Ana Edelmira, Maribel, Sigfredo, Juan y Marta Reyes Reyes. Este matrimonio se sentía, y siente, muy feliz con esta prole; que, también, ha dado sus frutos; los nietos.
 ¡Que acontecimiento y casualidad  tan bonito! Doña Edelmira y su nuera, esposa de Sigfredo, dieron a luz  el mismo número de hijos y de sexo. Tres hembras y dos varones. Y, por si fuera poco, coincidentes, ambas,  en el primer apellido. Reyes.
Fue este conocido y querido personaje, portuense, en la década de los cincuenta, (siglo XX) y siguientes, el pescador y marisquero, submarinista, mas competente, hábil y audaz de aquellos tiempos idos.
Otro experto, en estas lides, fue Pepe Martel; cuñado de Sigfredo y acompañante en las correrías subacuáticas. ¡Que lastima, ya no están entre nosotros!  Buscaron otros mares, más tranquilos y seguros para pescar. Los eternos.
Atraídos por el benigno clima, de las Islas Canarias,  por su mar azul y transparente; llegaron, al  Puerto de la Cruz, una pareja de extranjeros franceses. Varón y hembra. Venían, además de a conocer las islas, a practicar  su deporte favorito, el submarinismo. Traían en su equipaje, los últimos adelantos para sumergirse hasta el lecho marino. Escopeta, gafas, aletas, tubo para respirar etc., eran algunos de los bártulos que componían su equipo. Dichos aparatos, para escudriñar y saquear las entrañas marinas, no eran conocidos, aun, en estos peñascos nuestros. Eran recién inventados y por ende no vistos por aquí. Algunos de estos instrumentos fueron empleados y perfeccionados en las guerras, europeas, asiáticas etc. De estos artilugios el  que más se empleo fue el tubo para respirar bajo el agua. Más tarde llegarían las aletas, gafas, y, sobretodo, lo que sería el gran invento, la botella de oxigeno. Con dichas Bombonas se podía estar sumergido muchas horas, sin salir  a la superficie.  
La pareja de galos, recién llegados al puerto de la Cruz, se hospedaron en un hotel, muy cerca del mar. El establecimiento Hotelero estaba, y esta, porque aun no ha desaparecido, Ubicado en la zona mas atractiva portuense,   San Telmo.
Los fondos marinos de la costa portuense, en aquellos años idos, permanecían en estado virgen; No mal tratados ni saqueados. Muy ricos en flora y fauna. Exuberante, atractivo, reproductivo. Los peces y mariscos, los había por doquier. Bastaba acercarse a la orilla del mar para comprobarlo. El pasear por la ribera marina era una delicia. El olor a  algas  y yodo marino  embriagaba de placer.
El tiempo amaneció muy bueno, con  sol radiante y mar en calma. La playita de San Telmo, apetecía para un baño o practicar la pesca. Así fue que, aparecieron en San Telmo, al día  siguiente de su llegada, la pareja de franceses. Llegaron a los diez y media de la mañana. Venían  con sus atuendos de pesca. Era el mes de Julio. La playita estaba muy bulliciosa, concurrida de bañistas. Muchos se acercaban donde se  ubicaron los extranjeros para curiosear. Todos los  que alrededor se pusieron, quedaban perplejos viendo aquellos aparatos, modernos, de pesca. Entre los curiosos se encontraban, Sigfredo y, su inseparable amigo, Pepe Martel.  
Así fue como empezó una bonita amistad,  de aquellos visitantes al Puerto de la Cruz, con Sigfredo y Pepe; que no concluiría con el regreso de los galos a su tierra, sino que se prolongo a lo largo del tiempo.
Al concluir  las vacaciones, de los extranjeros, en aquel entonces pueblito pesquero, el turismo en ciernes, Sigfredo y Pepe, los futuros  pescadores submarinistas, compraron a los franceses, los aparatos, de inmersión marina. Fue todo un éxito. Con Sigfredo y  Martel, muchos comieron pescado y mariscos frescos, en el Puerto de la Cruz y fuera de él.
Sigfredo Reyes Martínez siempre fue amante de los deportes. De entre sus preferencias y prácticas, la pesca submarina y el fútbol.
Termino su vida laboral en una entidad bancaria, instalada, muy cerca de la popular  Plaza del Charco. ¡Descanse en la paz del Señor Jesús, mi buen amigo Sigfredo!...”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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