El amigo del Puerto de
la Cruz; AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces (2014) estas notas que
tituló “IN MEMORIAM. DON SIGFREDO REYES MARTÍNEZ”: “…Del enlace
matrimonial, de don Juan Reyes Bartlet, músico, compositor, director, poeta,
etc. con doña Edelmira Martínez Reyes, nacen cinco hijos. Tres féminas y dos
varones. Veámoslo: Leticia, Yolanda, Isolda, Ramiro, y Sigfredo Reyes Martínez;
todos ellos muy conocidos y respetados en nuestra ciudad, el Puerto den la
Cruz. Hoy nos vamos a ocupar del último mencionado. Y, tercero en orden de
nacidos.
Vio la luz Sigfredo, por
primera vez, en Puerto de la Cruz, hace ochenta años (año de su fallecimiento).
Contrajo matrimonio con doña Ana María Reyes Duclos. De esa unión brotan
cinco retoños. Vamos con sus nombres, según están escritos en el recordatorio
que, amablemente, me cedió, su viuda: Ana Edelmira, Maribel, Sigfredo,
Juan y Marta Reyes Reyes. Este matrimonio se sentía, y siente, muy feliz con
esta prole; que, también, ha dado sus frutos; los nietos.
¡Que
acontecimiento y casualidad tan bonito! Doña Edelmira y su nuera, esposa
de Sigfredo, dieron a luz el mismo número de hijos y de sexo. Tres
hembras y dos varones. Y, por si fuera poco, coincidentes, ambas, en el
primer apellido. Reyes.
Fue este conocido y
querido personaje, portuense, en la década de los cincuenta, (siglo XX) y
siguientes, el pescador y marisquero, submarinista, mas competente, hábil y
audaz de aquellos tiempos idos.
Otro experto, en estas
lides, fue Pepe Martel; cuñado de Sigfredo y acompañante en las correrías subacuáticas.
¡Que lastima, ya no están entre nosotros! Buscaron otros mares, más
tranquilos y seguros para pescar. Los eternos.
Atraídos por el benigno
clima, de las Islas Canarias, por su mar azul y transparente; llegaron,
al Puerto de la Cruz, una pareja de extranjeros franceses. Varón y
hembra. Venían, además de a conocer las islas, a practicar su deporte
favorito, el submarinismo. Traían en su equipaje, los últimos adelantos para
sumergirse hasta el lecho marino. Escopeta, gafas, aletas, tubo para respirar
etc., eran algunos de los bártulos que componían su equipo. Dichos aparatos,
para escudriñar y saquear las entrañas marinas, no eran conocidos, aun, en
estos peñascos nuestros. Eran recién inventados y por ende no vistos por aquí.
Algunos de estos instrumentos fueron empleados y perfeccionados en las guerras,
europeas, asiáticas etc. De estos artilugios el que más se empleo fue el
tubo para respirar bajo el agua. Más tarde llegarían las aletas, gafas, y,
sobretodo, lo que sería el gran invento, la botella de oxigeno. Con dichas
Bombonas se podía estar sumergido muchas horas, sin salir a la
superficie.
La pareja de galos,
recién llegados al puerto de la Cruz, se hospedaron en un hotel, muy cerca del
mar. El establecimiento Hotelero estaba, y esta, porque aun no ha desaparecido,
Ubicado en la zona mas atractiva portuense, San Telmo.
Los fondos marinos de la
costa portuense, en aquellos años idos, permanecían en estado virgen; No mal
tratados ni saqueados. Muy ricos en flora y fauna. Exuberante, atractivo,
reproductivo. Los peces y mariscos, los había por doquier. Bastaba acercarse a
la orilla del mar para comprobarlo. El pasear por la ribera marina era una
delicia. El olor a algas y yodo marino embriagaba de placer.
El tiempo amaneció muy
bueno, con sol radiante y mar en calma. La playita de San Telmo, apetecía
para un baño o practicar la pesca. Así fue que, aparecieron en San Telmo, al
día siguiente de su llegada, la pareja de franceses. Llegaron a los diez
y media de la mañana. Venían con sus atuendos de pesca. Era el mes de
Julio. La playita estaba muy bulliciosa, concurrida de bañistas. Muchos se
acercaban donde se ubicaron los extranjeros para curiosear. Todos los
que alrededor se pusieron, quedaban perplejos viendo aquellos aparatos,
modernos, de pesca. Entre los curiosos se encontraban, Sigfredo y, su
inseparable amigo, Pepe Martel.
Así fue como empezó una
bonita amistad, de aquellos visitantes al Puerto de la Cruz, con Sigfredo
y Pepe; que no concluiría con el regreso de los galos a su tierra, sino que se
prolongo a lo largo del tiempo.
Al concluir las
vacaciones, de los extranjeros, en aquel entonces pueblito pesquero, el turismo
en ciernes, Sigfredo y Pepe, los futuros pescadores submarinistas,
compraron a los franceses, los aparatos, de inmersión marina. Fue todo un
éxito. Con Sigfredo y Martel, muchos comieron pescado y mariscos frescos,
en el Puerto de la Cruz y fuera de él.
Sigfredo Reyes Martínez
siempre fue amante de los deportes. De entre sus preferencias y prácticas, la
pesca submarina y el fútbol.
Termino su vida laboral
en una entidad bancaria, instalada, muy cerca de la popular Plaza del
Charco. ¡Descanse en la paz del Señor Jesús, mi buen amigo Sigfredo!...”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario