El amigo de la
ciudad de Tacoronte; NICOLÁS PÉREZ GARCÍA, remitió entonces (12/09/2013) estas
notas que tituló; “SANTÍSIMO CRISTO DE TACORONTE”
Publicadas en “La Prensa”, El Día” 12 de septiembre de 2013: “…El Santísimo Cristo de los
Dolores y Agonía (también llamado Cristo de Tacoronte), es una figura que
representa a Jesús de Nazare. Está situado en el retablo del altar mayor de la
iglesia o Santuario del Cristo.
El Cristo tiene una hermandad llamada, Hermandad del
Santísimo Cristo de los Dolores de Tacoronte. Este Cristo es la imagen
cristología más venerada de Canarias, tras el Cristo de La Laguna. La talla del
Cristo tacorontero se atribuye al escultor Domingo de la Rioja.
La imagen, llegada a Tenerife desde Madrid en el año
1661 por Tomás Pereyra de Castro, creó ciertos recelos[1] ya que representa un hombre desnudo abrazado a la
Cruz, vivo a pesar de sangrar abundantemente por sus llagas abiertas en las
manos, pies, rodillas y espaldas, más la de una lanzada en el costado, y cuyo
pie izquierdo aplasta una calavera en torno a la cual se arrollaba una
serpiente con una manzana en la boca.
Para dotar sus templos y cubrir las necesidades
dictadas por la devoción de los fieles, las islas Canarias importaron en toda
época cuadros religiosos e imágenes escultóricas de las más diversas
advocaciones. Aunque durante el siglo XVI y el XVII en las islas trabajaban
entalladores e imagineros, las mejores esculturas que de esas centurias guarda
el archipiélago son de procedencia peninsular, andaluza principalmente,
flamenca o genovesa.
Entre las llegadas en el siglo XVII ninguna causo
tanta sensación en el tranquilo ambiente religioso de Tenerife como la imagen
del Cristo de los Dolores que el año 1661 llevó de Madrid el capitán don Tomás
Pereyra de Castro y Ayala, recaudador de las reales rentas en la isla.
Rompía abiertamente esta escultura con todas las
representaciones de Jesucristo hasta entonces conocidas en el archipiélago. No
se conformaba con la tradicional del Crucificado, ni tampoco, a pesar de su
atuendo y contenido pasional, con ningún aspecto de la Pasión del Redentor. Se
trataba, en tamaño natural, de un hombre desnudo abrazado a la cruz, vivo a
pesar de sangrar abundantemente por sus llagas abiertas en las manos, pies,
rodillas y espaldas, más la de una lanzada en el costado, y cuyo pie izquierdo
aplastaba una calavera en torno a la cual se arrollaba una serpiente con una manzana
en la boca. Insólita y desconocida, no pudo menos de causar preocupación a los
comisarlos del Santo Oficio tan aparentemente anómala representación de Cristo.
La extrañeza de los inquisidores subía de punto al considerar cómo podía estar
el Redentor a un mismo tiempo triunfando en su Pasión y doloroso, y como tal
"irregularidad" podía adaptarse al texto escriturístico. Voces
timoratas y malévolas, inexplicablemente presas de escándalo a la vista de una
composición que juzgaron horrible y sangrienta, habían desempolvado además
calumniosamente la presunta ascendencia judía del donante, al fin y al cabo, un
nunca bienquisto recaudador de contribuciones y no un noble caballero de origen
portugués.
Cuatro calificadores enviaron el Santo Tribunal de
Canaria a reconocer la imagen, cuya censura remitió a la Suprema el 24 de abril
de 1662, junto con la petición de la más adecuada actitud que había de tomarse
ante tan desconcertante novedad. No conocemos la respuesta del Supremo Consejo
de la Inquisición, pero de la subsiguiente actuación de don Tomas Pereyra de
Castro puede deducirse que desde la corte calmaron " escrúpulos de los
inquisidores isleños, mal informados en las innovaciones del arte dado el
aislamiento del archipiélago, y autorizaron el culto público y solemne a tan
digna representación de Nuestro Señor Jesucristo.
En efecto, con una generosidad en manifiesta
contradicción con las aviesas acusaciones que ante el S. 0. se le imputaban,
don Tomás de Ayala edificó sobre el solar de la antigua ermita de San
Sebastián, en Tacoronte, un gran convento para la Orden de San Agustín al
precio de muchos ducados.
El patronato, que había pedido primero para sí el 1º
de noviembre de 1661, lo compartió con su tío y suegro, don Diego Pereyra de
Castro, regidor de Tenerife, conforme lo aceptó el 12 del mismo mes el
Definitorio de la Provincia Agustina de Canarias. Los patronos, a cambio de las
acostumbradas prerrogativas de tribuna y sillones preferentes en las funciones
solemnes, paz en las misas mayores, uso de sus armas en la puerta del templo,
enterramiento en la capilla mayor para ellos y sus sucesores y ostentación de
la llave del monumento cada Jueves Santo, se comprometieron a edificar el
templo y el convento y a colocar en la capilla mayor un retablo sin dorar para
la imagen del Cristo que, don Tomás había traído de Madrid’. Por los tratados
concertados los días 30 y 31 de enero y 1 de febrero de 1662 entre ambos
patronos y la comunidad Agustina de Tacoronte quedaba instituida anualmente la
fiesta al Cristo de los Dolores el domingo inmediato a la Exaltación de la
Santa Cruz, fecha que se eligió indudablemente para emular las fiestas del
Cristo de La Laguna, que venían celebrándose el 14 de septiembre.
No contento sólo con haber edificado la nave central
(una de las naves laterales fue obra de la Cofradía de la Cinta) y la capilla
mayor, ricamente techada con un excelente artesonado mudéjar, policromado y
dorado, y con haber costeado una de las fachadas talladas en piedra más
interesantes de toda la arquitectura canaria del barroco, todavía en 1674
instituía Castro y Ayala en el mismo convento una procesión del Miércoles Santo
'., para la que aportó no sólo la cera y el gasto litúrgico anual, sino hasta
las imágenes de Jesús Nazareno, Nuestra Señora de los Dolores, San Juan
Evangelista, Santa María Magdalena y Santa Verónica, no todas conservadas hoy.
Aquel arbitrario incidente inquisitorial no pasó
inadvertido al historiador tinerfeño Núñez de la Peña, contemporáneo del
suceso, quien en su historia deja constancia ' de que el Cristo de los Dolores
llevado a Tacoronte era reproducción de la imagen del Redentor que en la
capilla del Palacio Real de Madrid había obrado muchos milagros.
Ya identificó el erudito investigador, recientemente
fallecido, don Buenaventura Bonnet Reverón este otro Cristo de la capilla de
Palacio en diversos artículos por él publicados en la prensa de Tenerife”. A él
debemos la búsqueda del antecedente más inmediato del Cristo de Tacoronte su
plena inspiración en el llamado Cristo de la Victoria que hoy se venera en su
santuario, anexo al convento de agustinas recoletas, en la villa de Serradilla
(Cáceres)”. A primera vista parecerá raro ir a buscar a tal olvidada localidad
una imagen venerada otro tiempo en la capilla del alcázar de Madrid. El doctor
Bonnet explicó suficientemente ese traslado con las noticias que sobre el
Cristo de la Victoria da el P. E. Cantera en un viejo devocionario de esta
devota imagen.
No se ha fijado hasta ahora con exactitud la fecha de
llegada a Tacoronte (Tenerife) de esta talla del Cristo de los Dolores. Se ha
dicho que llegó a la isla a fines de 1661 o principios de 1662. Da fe de su
existencia en Tenerife antes de noviembre de 1601 el decreto promulgado en el
capítulo que celebraron los religiosos agustinos de la Provincia de Santa Clara
de Montefalco, en el convento de los Realejos, el 1º de noviembre de este
último año.
La plaza no era tal, sino un terraplén de tierra con varios árboles y una
fuente de piedra en el centro, y cuando había lluvia se convertía en un
auténtico fangal. Los documentos de la época describen someramente aspectos de
la fiesta y su evolución en los últimos lances del siglo XIX. En 1896 aparece
por primera vez un programa tipografiado en el que se detallan todos los actos
de la fiesta. En la función solemne de la mañana del domingo la oración sagrada
está a cargo de don Alejandro Peña y Bustillo, secretario del Obispado, y se
menciona una única procesión de la imagen al mediodía por el trayecto
acostumbrado, presidido por el clero y miembros de la corporación. El mentado
“trayecto acostumbrado” se desconoce, es una incógnita dado que aún no se había
trazado la carretera de Tacoronte a Tejina que parte desde el Marañón, hoy la
Estación, cuyos trabajos comenzaron en los inicios del siglo XX. “Acordase se
pague con cargo al capítulo de imprevistos la cantidad de 57 pesetas 50
céntimos a D. José Izquierdo por la cuenta de hospedaje y manutención de dos
parejas de la guardia civil montada, que se pidió para el sostenimiento del
orden en la festividad del Santísimo Cristo de los Dolores en el corriente
año”. (Acta 16-10-1898, siendo alcalde José Domínguez Ramos, que días después
dimitiera al haber sido electo diputado provincial, alcanzando posteriormente
la presidencia de la Diputación). Como se ha dicho, la imagen del Cristo de los
Dolores alcanzó notable renombre y devoción en todo el ámbito insular, debido
sin duda a su particular iconografía de Cristo desclavado abrazado a la cruz. A
su llegada a Tacoronte en 1661, la singular y extraña efigie causó desconcierto
en el sustrato religioso de la época, según los calificadores, por no ajustarse
a los textos sagrados, y hubo de pasar el filtro del Santo Oficio para su
puesta al culto. El “juicio” fue tan peculiar como la propia imagen, pero la
sentencia del alto tribunal fue favorable en aquel 1662, acaparando en el
tiempo el fervor y admiración de lugareños y gente devota de otros pueblos. Y
se haría fuerte la vinculación con algunos pueblos del sur de la Isla,
especialmente con la villa de Güimar, que ha sellado lazos de hermandad con
Tacoronte. Principalmente de esta localidad sureña son legión los que sienten
veneración por el Cristo de los Dolores, acudiendo cada año a la fiesta el día
de la Octava. Hace mucho tiempo que existe esa conexión entre los dos pueblos,
cuya motivación principal es la imagen desclavada. Desde mediados del siglo XX
la procesión del Cristo se ha visto acompañada por bandas de música del sur de
la isla, primero la Candelaria, de Arafo, y luego la Agrupación Amigos del Arte
de Güimar, la que prácticamente acaparó la exclusividad de su participación
hasta nuestros días.…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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