El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ Graduado
en Historia por la Universidad de la Laguna remitió entonces (11/08/2014) estas notas que tituló; “TRES PERSONAJES
EXCEPCIONALES DE ICOD DE LOS VINOS EN EL SIGLO XVII: FRAY JUAN DE JESÚS,
NICOLÁS ESTÉVEZ BORGES Y CRISTÓBAL PÉREZ DEL CRISTO”
Publicadas en el
periódico "El Día" en el
espacio LA PRENSA el 10 de agosto de
2014: “…Adentrarnos en el pasado de Icod de los Vinos es aproximarnos
a una ciudad marcada por la presencia de toda una serie de personalidades que
dieron a conocer su vida y obra más allá de las Islas. Juan del Castillo León,
recordaba en un pregón pronunciado el día 25 de septiembre de 1980 en el
icodense Parque de Lorenzo Cáceres, la cantidad de figuras que la ciudad del
Drago tuvo como cuna de nacimiento, destacando, “al autor de las Excelencias y
Antigüedades de las Islas Canarias, Cristóbal Pérez del Cristo; al gran valedor
de vuestros intereses en la Corte, el doceañista, Key Muñoz; o al Siervo de
Dios, Juan de Jesús, como buen icodense, tonelero antes que vocero de Cristo”.
Una serie de personalidades, a las que debemos de añadir, sin lugar a dudas,
nombres propios como: Fray Andrés Lorenzo de Cáceres, Nicolás Estévez Borges,
Emeterio Gutiérrez López, Lucas Martín Espino, José Cecilio Montes, Marcos
Martell García, entre muchos otros.
Brevemente, en las siguientes
páginas expondremos la vida de tres grandes icodenses del siglo XVII que
destacaron por su tesón y trabajo en diversos ámbitos de la cultura.
Fran Juan de Jesús, el Siervo
de Dios, representó un ejemplo de icodense excepcional. Fue hijo de Miguel Hernández
y Ana Delgado. Nació el mes de Diciembre
de 1615, siendo bautizado en la iglesia parroquial de San Marcos, viviendo con
sus padres hasta la edad de diez años. Juan se dedicó al oficio de tonelero,
pues era un oficio demandado a raíz de la abundancia de vinos en la época, a lo
que se unió además la falta de recursos económicos de su familia. Trabajó como
tonelero en Garachico, aprendiendo ese arte a través de un pariente que era
maestro tonelero en el lugar. El pobre Juan sufrió malos tratos por parte de su
maestro, unos malos tratos que el Siervo de Dios llevó con resignación y
paciencia, según nos dejó escrito su biógrafo, el Padre Abreu. Se ha llegado
incluso a afirmar que al joven Juan se le intentó tirar a la hoguera, pero lo
cierto es que, desgraciadamente, en el desarrollo de una hoguera en la noche de
San Juan, se realizó una de ellas delante del taller donde se encontraba éste,
con tan mala suerte de que Juan se encontraba durmiendo en el interior,
despertando sobresaltado al ver las llamas, sufriendo, como consecuencia de las
mismas, una quemadura que le dañaría el ojo izquierdo de por vida. Tras un
tiempo en Garachico, marchó al Puerto de la Cruz cuando contaba con veintiséis
años de edad, con el objetivo de encontrar un trabajo que le diese mayor
ganancia, siendo alojado en la casa de un maestro tonelero. El Puerto de la
Cruz era por entonces una ciudad que comenzaba a disfrutar de un esplendor
comercial. Trabajó como oficial aprendiz de tonelero durante algún tiempo.
Sería en la ciudad portuense, donde el Siervo de Dios se entregó
definitivamente a Dios, tras haber mantenido un encuentro con el Padre Medina,
decidiendo ingresar en la Orden de San Francisco, aunque fue una acción que no
se desarrolló de forma inmediata, pues tenía como máximo objetivo sacar
adelante a su madre y su hermana a través de su trabajo como tonelero.
Pasó luego a Icod, donde se
encontraba el Dr. Don Francisco Pérez de Amaral, beneficiado de San Marcos. El
mismo se encargaría de enseñar a leer al Siervo de Dios, impartiendo también
clases a otro icodense ejemplar que luego nombraremos, Nicolás Estévez Borges.
Tras sus rápidas lecciones, Juan volvió de nuevo a trabajar, pero esta vez en
el taller del maestro tonelero Cristóbal Enríquez, ocurriendo que el mismo, a
través de determinados comentarios falsos sobre su persona inventados por un
operario envidioso de la capacidad de Juan para el trabajo, no dudó en atacar
al mismo, el cual acabó recibiendo un golpe en la cabeza que le provocó una
gran herida, a lo que se unió, además, una paliza en la calle, que le provocó
la pérdida de una gran cantidad de sangre. Desgraciadamente, no sería la última
agresión sufrida por Juan, debido a que otro día, hallándose este orando en la
iglesia de Santa Ana de Garachico recibió varios golpes en la cabeza, sin
especificarse el motivo de tal hecho. Su regreso al Puerto de la Cruz estaría
marcado por un hecho que aún hoy es recordado en la ciudad turística, y que
tuvo como escenario el conocido como “Peñón del Fraile”, un nombre que tiene su
origen en el promontorio elegido por Juan para realizar sus penitencias y
oraciones, entregándose a multitud de ejercicios en mitad de la noche a través
de azotes y otras disciplinas. En tal lugar, la historia cuenta que Juan colocó
una cruz realizada con dos troncos de verodes secos, llenándose el peñón de una
intensa verdura resultado de tal hecho. Experimentó a lo largo de su vida
diversos éxtasis, sobresaliendo el sufrido en La Orotava, por haber sido el
primero. El Padre Abreu llegó a contar como en el Puerto de la Cruz, el Siervo
de Dios logró volar a través de diversas calles de la ciudad, desde la iglesia
de Nuestra Señora de la Peña de Francia hasta la orilla del mar. La muerte de su madre, Ana Delgado, como
consecuencia de un grave accidente en 1664, marcaría un punto de inflexión en
la vida de Juan, quien decidió ingresar en la Religión, siendo aceptado en el
convento de San Juan Bautista, de la Orden de San Francisco en el Puerto de la
Cruz, recibiendo los Sacramentos y tomando el hábito el día 22 de julio de 1646
a la edad de treinta y siete años. Sería entonces cuando cambió su nombre de
Juan Díaz por el de Fray Juan de Jesús.
Tras ser lego de la Orden de
San Francisco, Juan paso al Convento de San Diego del Monte en la ciudad de La
Laguna, de recoletos descalzos, llevando en ese lugar una vida devota y
solitaria, donde permaneció por espacio de cuarenta años, hasta su muerte en
1687. El mismo conoció y trató a la popular Sierva de Dios, cuyo cuerpo
incorrupto es conservado en el monasterio de las Madres Catalinas, en La
Laguna, pues Juan impartió a la misma sus primeras lecciones espirituales,
incluso, se llega a afirmar que el mismo le regaló un rosario de cuentas de
madera que las monjas continúan conservando como una preciada reliquia. El 6 de
febrero de 1687, falleció a las nueve de la mañana a la edad de setenta y dos
años. A su entierro acudieron muchos vecinos de lugares como Santa Cruz de
Tenerife, Tacoronte, El Sauzal y La Matanza como agradecimiento por los favores
que el mismo les había otorgado. Desde
el siglo XIX existe una calle en la ciudad icodense conocida con el nombre de
“Siervo de Dios”. El próximo año 2015, se
cumplirán 400 años de su nacimiento en Icod de los Vinos. En relación con tal
efeméride, hace unos meses se presentó una obra sobre fray Juan de Jesús. Su cuerpo está sepultado en la iglesia de San
Diego del Monte, en cuyo convento pasó gran parte de su vida, una vida con fama
de santidad que aún hoy, es recordada por muchos, pero olvidada por demasiados.
Tal vez, 2015 sería una buena fecha para recordar a un icodense que destacó por
su humildad, caridad y servicio a los demás a lo largo de su vida.
En segundo lugar, no podríamos
tratar el siglo XVII icodense sin recordar la figura de Nicolás Estévez Borges
(1617-1665). Su nombre siempre aparece ligado a la donación que el mismo
realizó de la mayor Cruz de Plata del mundo a su ciudad natal, una verdadera
joya artística que la Iglesia de San Marcos acoge entre sus innumerables
tesoros. Emeterio Gutiérrez López, quien
fuera Cronista Oficial de Icod de los Vinos, no dudó en destacar la magnífica
Cruz, pues junto a la calidad del material con el que fue construida, la misma
tiene el mérito de la labor ejecutada en su confección; labor delicada, pues
consiste en un verdadero calado de las hojas de plata con que está construida,
tanto la Cruz como su basa, cuyos dibujos son una verdadera filigrana.
Analizando la figura de Estévez
Borges, podemos remontarnos a Leonor Lorenzo, la cual se casó con Pedro de
Aguiar el Mozo, siendo uno de sus hijos Salvador Pérez de Aguiar y Guzmán,
quien contrajo matrimonio por primera vez con Catalina Pérez y tras enviudar de
la misma contrajo segundo matrimonio con Inés de Évora, hija de Gonzalo Báez y
de Magdalena de Évora, su legitima mujer, según resulta del testamento en el
que Magdalena otorgó sus últimas disposiciones ante el escribano Pedro Méndez
de León, el 18 de mayo de 1620, por las que ordenó se le enterrase en la
Capilla de San Gonzalo, donde yacía su padre. Era hermana entera de Ana Borges,
casada en San Marcos, en 1604, con Antonio Álvarez Estévez, natural de La
Orotava, padres éstos de tres hijos,
Marcos, Nicolás y Gonzalo. El primero siguió la carrera militar mientras
que los otros dos optaron por la eclesiástica.
La marcha de Estévez Borges a
Cuba se produjo por la llamada efectuada por su tío, el capitán Diego González
Borges, al encontrarse el mismo enfermo y sin hijos. Estévez Borges estaba ya
en 1644 en Cuba, ayudando en los negocios que su tío tenía en la isla,
combinando tal labor con sus progresos en la carrera eclesiástica. En torno a
1647 ya podemos observar referencias del mismo en la actividad eclesiástica.
Estévez Borges, quien, siendo
Beneficiado de La Habana, practicó, en unión de su hermano el Capitán Marcos
Estévez Borges, información de su limpieza de sangre y de la calidad de sus
ascendientes, ante el escribano Nicolás García del Castillo, en virtud de
petición cursada el 14 de febrero de 1652 al Corregidor de Tenerife don Antonio
Girón. Estévez Borges había sido bautizado en Icod de los Vinos el 18 de marzo
de 1617, pasó a La Habana junto a su tío el Capitán Diego González Borges,
Ministro del Santo Oficio (hermano de doña Inés de Évora), que dejó dotada con
diez mil pesos fuertes la Capellanía de la Misa de Doce en la parroquial de
Icod. Tras haber sido Deán de la Catedral de Cuba, murió preconizado Obispo de
La Habana, y por el testamento que, con su poder, otorgó ante Domingo Fernández
Salazar el Ilustrísimo Señor don Juan de Santo Matías, Obispo de Cuba, en 1665,
dejó sus pontificales y otras esmeraldas y perlas, capa magna y báculo, a la
imagen de San Bernardo del convento de las monjas del Císter. También fue
donación suya –como ya hemos mencionado- la magnífica Cruz de Plata, labrada en
Puebla de los Ángeles (Méjico), una de las joyas artísticas que enriquecen la
parroquia de San Marcos, representando, hoy, la principal pieza del Museo
icodense.
Nicolás Estévez Borges también
donó una capa magna, muceta, así como varias mitras (para el patriarca San
Bernardo y para el patriarca San Agustín). Asimismo, podemos observar también
como el pontifical blanco, de tela, y el morado, junto a cálices, salvillas y
vinajeras fueron donadas por él a la parroquia de San Marcos, lugar donde había
sido bautizado.
En Icod de los Vinos, desde
1978, un Instituto lleva su nombre.
No podríamos finalizar este
artículo sin dejar de nombrar la figura del erudito y clásico historiador
Cristóbal Pérez del Cristo, quien nació el 18 de septiembre de 1639 en Icod de
los Vinos, siendo hijo de Antonio Pérez del Cristo y María Hernández Figueroa.
Su nombre aparece recogido en la Biblioteca de Autores Canarios realizada por
el realejero José de Viera y Clavijo (1731-1813) en su conocida obra “Noticias
de la historia general de las Islas de Canaria”.
Pérez del Cristo perteneció a
una familia intermedio, realizando sus primeros estudios en el convento de San
Sebastián de la Orden de San Agustín, en Icod de los Vinos, pasando luego a La
Laguna y finalmente a Sevilla, lugar este último donde desarrollaría su carrera
eclesiástica hasta la finalización de la misma en 1669. Llegó a ser Catedrático
de Lógica por la Universidad de Sevilla, convirtiéndose en una personalidad muy
admirada por su capacidad de oratoria. Regresó a Icod de los Vinos y
estuvo como cura beneficiado en la parroquia de San Marcos tras sustituir al
Doctor Amaral entre los años 1686 y 1691.
Viera y Clavijo señala como
obra representativa del icodense Pérez del Cristo “Excelencias de las Islas
Canarias”, editada en el año 1676, haciéndose eco el polifacético realejero,
además, de la polémica existente sobre la autoría de tal obra. Son muchos los
que opinan que a pesar de haber salido impresa tal obra bajo su nombre, en
realidad la misma tendría por autor al jesuita Luis de Anchieta. Al respecto,
el profesor de Historia de América de la ULL, Manuel Hernández González, en un
artículo publicado en el Programa de Semana Santa de Icod de los Vinos de 2005
bajo el título de “Frailes y sacerdotes escritores icodenses”, expone como el propio Viera y Clavijo
defendió la autoría de Pérez del Cristo en cuanto a tal obra en la primera
parte de su Historia de Canarias, mientras que en su Biblioteca de Autores
Canarias -como ya hemos comentado- afirmó Viera y Clavijo como verdadero autor
de la obra el padre Luis de Anchieta, aunque al respecto, expone el profesor
Hernández González, existen toda una serie de datos confusos que nos muestran
el error de Viera y Clavijo al atribuir sin pruebas la autoría del texto a Luis
de Anchieta, terminando por exponer el profesor de la ULL las evidencias que
demuestran a Pérez del Cristo como verdadero autor de “Excelencias y
antigüedades de las Islas de Canaria” y es que “su formación sevillana, su
reiterada cita en todas las partes del libro, demuestran fehacientemente su
redacción”.
Pérez del Cristo, redactó otras
obras que han salido a la luz gracias al trabajo de Juan Gómez Luis-Ravelo,
siendo las mismas “Los Ejercicios de los Cinco Pasos” y “Modo que se ha de
observar en la procesión del día de la presentación de Nuestra Señora”,
testimonios que de una forma u otra, nos muestran los conocimientos teológicos
que llegó a alcanzar Pérez del Cristo dentro del contexto de religiosidad
barroca de su tiempo.
Peréz del Cristo, además, fundó
la capilla de San Antonio Abad en la parroquia de San Marcos, constituyendo
para su culto una capellanía.
Su vida terminó el 5 de Enero
de 1705 a los sesenta y seis años de edad, después de haber estado catorce años
paralítico en cama, siendo probablemente cuidado por Sebastiana García, una
mujer caritativa que se había ocupado de la atención de otros sacerdotes
enfermos.
Como dato anecdótico, podemos señalar que Fray
Juan de Jesús llegó a reunirse con Pérez del Cristo, por la admiración que éste
último profesaba hacia su figura.
En 1920, la ciudad que lo vio
nacer recordó a Pérez del Cristo dedicándole una calle, sustituyendo la misma a
la antigua calle del Consistorio.
En definitiva, solamente hemos
tratado brevemente la vida de tres grandes icodenses del siglo XVII. Unos
ejemplos que vienen a demostrarnos la cantidad de personajes que brillaron con
luz propia en siglos pasados, elevando sus nombres la categoría cultural de
Icod de los Vinos más allá de las Islas.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
GUTIÉRREZ LÓPEZ, Emeterio. “Historia de la
ciudad de Icod de los Vinos en la isla de Tenerife”. La Laguna: Instituto de
Estudios Canarios. 1941.
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel. “Frailes y
sacerdotes icodenses”. En: Programa de Semana Santa de Icod de los Vinos. 2005.
MARTÍNEZ DE LA PEÑA. Domingo. “La Iglesia
de San Marcos evangelista de Icod y vida del siervo de Dios Fray Juan de
Jesús”. Santa Cruz de Tenerife: Cabildo Insular de Tenerife. 2001.
PÉREZ AVILÉS, Osmany. “Nicolás Estévez
Borges, un tinerfeño del siglo XVII benefactor de La Habana”. En: Anuario de
Estudios Atlánticos. Madrid; Las Palmas: Patronato de la Casa de Colón, nº. 53
(2007), pp. 493-509.
VIERA Y CLAVIJO, José de. “Historia General
de las Islas de Canaria”. Tomo III. Canarias: Edirca, 1987…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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