domingo, 24 de septiembre de 2017

LA CRUZ SANTA



Esto quizá a primera vista pueda resultar, si no fantástico, al menos increíble, tiene una muy sencilla sabiduría. Digo, mi segunda morada, porque a esta tierra, tan emotiva, de famosos caldos blanco. Yo, a partir del día de nuestra Señora de la Merced, sólo encontré dos maneras de olvidar mi soledad. Y digo olvidar por, en definitiva, acaso nunca se trata de vencerla o eliminarla, sino tan sólo de mirar hacia otra apariencia. El primero de los procedimientos es sentarme en una bodega de antaño, muy cerca del Casino “Cruz Santa”, renunciar la mente y procurar vaciarla de cualquier contenido, el recuerdo de este feraz territorio, viene a tomar posesión de mi memoria, siento el peso del duro trajín bucólico, como una parra dorada. Escucho su arrullo que se va introduciendo cada vez más dentro de mí. Que sustituye a mis entrañas. Que ablandan y terminan por diluir mis recuerdos colegiales salesianos en la Villa de La Orotava. Que zarandea y expulsa de mí a mi vivacidad. El segundo procedimiento de que le hablo consiste más bien que, en este conmovedor paraje agrario conocí a mi señora y a su familia, descendientes de cruzanteros eminente, cruzanteros que con el esfuerzo, con el trabajo, y con la emigración hicieron del enternecedor albergue de Bentor, riqueza agrícola que, a pesar de su valor, lo fue también de índole inestimable. Quería dedicar una crónica a este labriego rincón, del campo por excelencia. Lo quería hacer espléndidamente, pero carecía de reseña refulgente de sus costumbres, deseos y sus gentes. De repente aparece en mis manos, -gracias a la generosidad de mi paisano Reinaldo Lima-, una revista fechada en 1.947, denominada “A la sombra del Teíde”, esclarecedor boletín, poseedor de fragmentos inédito, como prologo de un libro que por entonces preparaba un desconocido crusantero Agustín Armas Arocha, que mi amigo Paco García ya fallecido primo hermano de mi mujer Antonia María González de Chaves y Díaz me pidió prestado para uso del que iba a ser mantenedor de las fiestas patronales 1995. En el boletín se observan fotografías de personas de la Cruz Santa. Pago histórico que se sitúa evidentemente a la sombra de nuestro padre Teíde, cuya amistad les viene del tiempo, no muy lejano, en que estudiaban en la indigente Escuela “Cruz Santa”, con el grito de los vencejos parado en el marco de la ventana, todos ellos conocedores de estos parajes a la perfección, pues sus raíces se hallan aquí, con amistades y parientes que iban desde La Orotava a los Realejos. Agustín Arma Arocha remite a personas de asuntos públicos relacionados con la Cruz Santa de entonces; Excmo. Sr. Don Domingo Pérez Cáceres, recordado obispo compasivo de Tenerife; el Licenciado Don Carlos Delgado y Delgado, párroco que lo fue del Realejo Arriba; el villero teniente Topógrafo Don Lorenzo Hernández Armas; el empresario del Realejo Abajo Don Pedro Rodríguez Siverio, el esplendoroso orador, vibrante de los púlpitos y balcones Don Leopoldo Morales Armas, el poeta icodense Emeterio Gutiérrez Albelo, el valedor del árbol Don Antonio Lugo Massieu, el magistral de Tenerife Don Heraclio Sánchez Rodríguez, la maestra nacional Dª. Encarnación Yánez del Carmen, todos ellos, personalidades beneméritas que nos hace recordar, a los grandes de las letras y la lírica. Agustín Armas Arocha cuenta en poema sus personalidades asimiladas a su propia literatura, escrita creo, en la década de los años cuarenta. Páginas literarias que, descienden en compañía de un viento helado y juguetón, desde los altos ventisqueros de la montaña, -espaldar de La Cruz Santa-, al sol tibio y dorado de la tarde, en el valle. Le vemos impulsando el acto social de solidaridad, escribe para los cenáculos de la cultura con fines patrióticos. Se despereza sacudiendo las finas agujas de los pinabetes, sacando un leve polvo de agua de una fuente que hay en el silencioso caserío de Palo Blanco, para acabar despeinando amistosamente  a esos frecuentes patricios cruzanteros, difundiendo un mensaje de aquellos tiempos, tiempos que amanecían entre la ciencia y la turbulencia.. Alienta a sus paisanos con proclamas para que acudan a su querida Cruz Santa: Don Miguel Cedrés Borges, ex-alcalde del Realejo de Arriba; Don Germán González Yánez, procurador de tribunales;  Don Alfonso González Luque, literato; Dª. María González Hernández, madrina del equipo de fútbol año 1.934; Don Antonio Gorrín Alonso, jefe de la policía del Realejo Arriba: Don Manuel González Yánez, farmacéutico; Don Narciso Rodríguez Luís, capitán de caballería; Don Alejandro González Yánez, medico, fallecido en la capital del reino cuando terminaba su carrera; Don Domingo Luís Estrada, maestro nacional y ex-alcalde de los Realejos; Don Lorenzo Hernández Morales, exportador-importador; los hermanos Don José y Don Domingo González Hernández; y Doña Natividad González Estrada, madrina del grupo de los Exploradores de la Cruz Santa, año 1928. Después de todo, no será tan difícil invocar a los espíritus de estas personas. Los recuerdan  muchos cruzanteros. En la Cruz Santa misma, por aquellos años, aparecían regularmente por la calle Real, sin necesidad de invocación. En la plaza y en el Casino, tenían su mística tertulia. Eso sin constar con los innumerables espectros, que paseaban entre La Piñera y La Punta, recitando penas y alegrías. Muchos dejaban por el suelo un rastro perfumado a tabaco, fumados triste y gratamente de fragancia de sus hojas cultivada. La vida de los crusanteros era excitante, y a raíz de la ausencia se ocultaron rostros, ellos sabían muy bien lo que hacían, la tristeza se recuperaba en sus fiestas, en la celebración de las Mercedes, su patrona, su madre, porque entre gallardetes apiñan sus corazones. Agustín Armas Arocha aludía a La Cruz Santa como lugar importante del Valle Taoro, parecía un pueblo y estaba considerado como tal por todos los visitantes, por las instituciones que en él se formaron, por su riqueza agrícola, industrial y comercial, casi debería tener Ayuntamiento. Su iglesia se construyó en el año 1751, en ella se encuentra la Cruz que es la primitiva y la cual se halla dentro de un adorno de plata adornada pudiéndose ver por su frontil que es de cristal. Según testimonios de los viejos y a titulo de leyenda increíble, la Cruz data desde la conquista y ante la cual un caballero cayó de su caballo yendo a parar sus brazos con los de la Cruz haciéndole arrancar la frase de “Cruz Santa” me ha salvado (pues quedó ileso del mencionado percance); he aquí el nombre de este lugar, cuando esto aconteció la Cruz se hallaba en un lugar junto al barranco de la Raya, donde más tarde fue construida una ermita, pero una fuerte corrida de agua por el barranco la hizo desaparecer, la Cruz se salvó y todos los ornamentos que poseía, luego se construyó la Iglesia en lugar más céntrico y más lejos del barranco. Estamos ante un pueblo devoto a la Santa Cruz, el dos de Mayo por la noche las Capillas aparecen engalanadas, siendo también muchas casas las que le forman su altar. La Cruz Santa es el terruño donde más fervor se tributa al santo madero. Su clima es magnífico, seco y agradable, está enclavada en el centro del Valle de la Orotava y de él se vislumbran espectáculos. De la Piñera brota hermosa vista sobre los Realejos y del Barrio Nuevo conocido por La Punta, sobre el Puerto de la Cruz, presentándose La Orotava noble y aristocrática de una manera prodigiosa. Es muy consoladora la frecuencia con que estos últimos tiempos se registran legados de viñas verdaderamente importantes hechos por sus antepasados, sus vinos fueron y son tan famosos y afamados, un prócer quien en disposiciones sucesorias se acuerda de los tiempos lejanos. Vinos que no necesitan ser propagados, pues el sentimiento del sopicaldo crusantero está por suerte muy establecido en el Valle. La Cruz Santa tuvo varias sociedades de instrucción y recreo pero la que siempre ha prevalecido es el casino “Cruz Santa”, creado en el año 1924, aunque existía muchos años antes como casa de juego, en su vitrina se custodiaba la colección de la primera revista que se publicó en Canarias de exploradores titulada “El Grupo” y que se fechaba en este lugar. Este pueblo cruzantero ha tenido hijos que sin ser doctos, han llegado a poseer fabulosas fortunas. Tras largos años de prolongado silencio, el excelso agricultor Don Domingo León González, no fue en sus principios un intelectual ni un aventurero confiado a los azares volubles de la suerte, era un trabajador de la tierra nada más. Con este carácter, por todo bagaje, partió un día en busca de fortuna a la pródiga tierra americana, hombre de humilde origen, elevado por méritos propios de energía, constancia y tenacidad a un puesto preeminente en la industria y agricultura cubana. Al venir más tarde los tiempos adversos siempre Don Domingo ocupó el péndulo del poder favoreciendo con ello a sus paisanos, pues era amigo leal y canario por excelencia. Con gran acierto presidió la Asociación Canaria-Cubana realizando en ella una labor bastante eficacísima, pues siempre atendió con decidido apoyo toda labor que tendiera a beneficiar la colonia, logrando conquistar un aprecio y admiración. También debemos mencionar a Don Domingo Donis por el capital tan respetable que adquirió en la misma isla Perla del Caribe, y su solidez en los negocios, su procedencia es de gente humilde, un trabajador de campo, pero de estos trabajadores abnegados y decididos, y con una suerte bastante envidiable, se distinguió también el Sr. Donis por su cariño hacia sus paisanos a los que favoreció en todo momento; siguiendo otros muchos de menor capital, que siento no mencionar por omitir algunos de ellos. Como alcalde del Realejo Arriba, hijo de la Cruz Santa, merece hacerse mención a Don Domingo Luís González, una de las glorias cultivadora de la política, su actuación fue muy elogiada por sus convecinos quienes le recuerdan siempre con afecto, también desempeñó el cargo de Consejero del Cabildo Insular tinerfeño, debiéndole muchas mejoras este pueblo. La Villa de La Orotava le debe gratitud por las reformas llevadas a cabo por su mediación en el hospital de dicha villa, al que dotó de todos los adelantos modernos, al desempeñar el cargo de inspector comisario de aquel establecimiento benéfico. Murió joven, cuando la Cruz Santa empezaba a esperar algo de este buen benefactor y benemérito ciudadano de carácter magnánimo y bondadoso. La Cruz Santa sobre todo, es un lugar agrícola, laborioso, industrial, y egoísta, debido este ultimo a que la riqueza está muy distribuida, pudiéndose decir que la mendicidad no existe, pues casi todos tienen su casa donde vivir. El terreno se halla todo muy bien roturado y si en calidad no es el mejor, en producción no hay otro que le supere, esto es debido a la constante laboriosidad de sus habitantes que no cesan de trabajarlo tan pronto tengan ocasión para ello. Siguiendo a la búsqueda de la memoria intrahistórica de la cultura de la Cruz Santa en especial de la poesía, haciendo reflotar la esencia de lo escrito y con ello compartiendo con los cruzanteros de “personalidades olvidadas”. El erudito Agustín Armas Arocha cultivaba el soneto y las líricas que podrán sostener con decoro esta estrofa, al igual que nos arroba con un canto de presencias invocatorias, nos impulsa también hacia un futuro reflejo y reflexivo, recogiendo lo clásico para incorporarlo al paisaje externo de sus honorables rincones esotéricos: “… En jardín siempre nuevo y primitivo / te hallas enclavada ¡oh! sin par Cruz Santa, / recibe amor del hijo que te canta, / Con arte y emoción de peregrino. / En casa albergue misterioso vivo, / de tus campiñas el verdor me encanta, / clima que al cantarlo afecta mi garganta, / La que suavizo con tu sabroso vino. / A un pueblo que trabaja con holgura / le digo con frenesí, con locura, / Que no cese en sus manos marchas tan pujantes. / Que sacuda al enemigo su osadía, / que al explotarle y envidiarle cada día, / Le paga con perlas, rubí y diamantes…”
Estas humildes letras no tienen por motivación final sino “palpar” someramente esas consideraciones sobre un barrio, La Cruz Santa, que al final de estival Septiembre, simultánea su laboriosidad diaria con la preparación de sus festejos a Nuestra Señora de la Merced, para que broten los momentos de solaz, alegría y conmemoración que imprimen especial carácter a cada comunidad vecinal en un concreto determinado lapsus anual que sirve para apertura social y espiritual de ella y a la vez de concatenación con viejos vecinos. Septiembre, convoca a los crusanteros a festejar sus populares fiestas, con advocación mariana, en honor de su madre y señora Nuestra Señora de las Mercedes. Un panorama que nos permite el surgimiento de singulares personalidades, entre las que la mujer crusantera ha sido una parte y aporte importante, pese a que el descuido de la Cruz Santa halla sido madurado, como si en la Cruz Santa no ha existido nunca el paso de la mujer por la senda de la hermosura y la fidelidad, cuando la tenaz de los años nos revela la presencia de las féminas cruzanteras con relieve propio y sobresaliente, al tiempo que han participado en las iniciativas de concordia común con todos. Fue un reputado cruzantero quien otra vez me dijo: “Feliz usted, que vive en este paraje por muchas de cuyas calles se puede ir soñando sin temor a que le rompan a uno el sueño”. Y así es la Cruz Santa. Hay viejas calles, como la Real, al pie del templo de la Merced, templo dorado por los soles de los siglos, en que puede uno ir soñando en un pueblo celestial, colgado para siempre de las estrellas. Y hay un rincón, junto al templo, cuajado de tertulias espirituales, que allá en la primavera, cuando brota en ellos el tiempo plumoncillo de las hojas nuevas, nos da la sensación de que el tiempo se detiene y remansa en la eternidad, de un pasado que es a la vez un porvenir, de una puesta de sol que se confunde con el alba.

BRUNO JUAN ÁVRAEZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

2 comentarios:

  1. Saludos, mi padre era de la Cruz Santa, Jose Miguerl Fernandez, hijo de Doña Mercedes Rodriguez LUis y Jose Fernandez Perez, primo de Manuel " El Médico", vivo en Venezuela... saludos

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  2. Mi abuelo, paterno es Agustín Armas Arocha. Mi padre era su hijo, Agustín Eugenio Armas Martín. Su esposa fue María Jesús Martin Afonso, mi abuela.
    Yo vivo en Santiago del Teide, Tenerife.
    Soy maestra jubilada desde el curso 2020.

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