martes, 26 de septiembre de 2017

MÁXIMO ESCOBAR MARTÍN, UN ARTISTA DE LA VILLA DE LA OROTAVA DESCONOCIDO POR LOS OROTAVENSES


La crítica de arte Galguén: “…Destina estas notas a la que ha sido y será la primera lectora de una admira­ble y común historia, la que, a lomos del siglo, cumplió un hombre sensible, cordial, que no perdió humor ni compostura en ningún trecho de la vida; inquieto, curioso, que miró al mundo con sorpresa, ilusión y agradecimiento. Esa primera lectora es Juanita Rodríguez, la viuda de Máximo Escobar. Gracias al celo de Juanita Rodríguez, fue posible la redacción de estos apuntes. Para su mejor lectura son precisas algunas advertencias: la primera, que se trata de una tarea de muchas manos, porque se ampara en todos los trabajos periodísticos sobre Máximo Escobar, reunidos por su viuda, con los que reconstruimos sus pasos humanos y artísticos; la segunda es la abundancia de fragmentos entrecomillados, que recogen las opiniones del pintor, tanto En publicaciones en cartas y documentos personales; y tercera y última, que en ese viaje por los caminos de Escobar, incluimos nuestra posición sobre su vida y su obra, al hilo de los hechos que Máximo, Juanita o los colegas de prensa fueron apilando…//..

Hoy, como ayer y quizás mañana, sigo apostando por la libertad del espec­tador frente al totalitarismo de la crítica; los popes oficiales de ahora dictami­narán, sobre el papel, los rumbos y las modas, y arras no leerán esas opiniones o disentirán sin debate. Siempre ha sido así. Con este introito presento y rei­tero, como otros colegas, el puesto de Máximo Escobar en el panorama plásti­co canario, por la originalidad de sus elecciones y la dignidad con que resolvió sus cuadros, por la espiritualidad que trasuntan sus desnudas estampas majo­reras y el misterio de sus brumas norteñas, por sus agrupaciones de figuras pobres, con unción religiosa y temple histórico, por sus atrevidos floreros y el pulido cubismo de sus bodegones cerámicas.

Entramos a relatar una excelente colección fruto de la esmerada observación de la realidad y de la extraordinaria labor artística que tanto caracterizó a Máximo Escobar, nacido en el Puerto de La Cruz en el año 1903 y fallecido en La Orotava en el año 1985. Tratase de un artista integrante de un colectivo que empezó a latir en La Orotava mejor dicho en el Valle al principio del siglo XX, una sugerencia que sirve a la vez, como cómputo y revisión del significado a parecer de un colectivo nacido en la orotavense Academia Municipal de Dibujo, que fundara el insigne maestro Don José María Perdigón, o en algún taller del Puerto de la Cruz, en los que se formaron unos jóvenes artistas que no originaron ningún movimiento o escuela definida, solo quedaron en el anonimato, cuya fama traspasó a la Villa en la confección y realización de los tapices florales de su Corpus, no cabe duda que a pesar de este arte fugaz y divino que adorna las pinas calles de La Orotava en un día de gloria y de fe, fecundó en estos enigmático creadores; la naturaleza, el paisaje, la sismología, la virtuosidad cosmopolita, la figuración y la sotistificación intelectual, elementos armónicos constantes que integraron el discurso de esa generación, que debería renacer a la inmortalidad.  Así pues de este colectivo destacamos al pintor poco conocido en estos lares Máximo Escobar nacido el 29 de mayo de 1903, en unos de los rincones más bellos del Puerto de La Cruz, conocido por Las Veguetas, deslinde con la playa villera del Bollullo. Educado en la Villa en el Colegio de San Isidro con los Hermanos de la Salle, en cuya clase de dibujo se ausentaba del cansancio y del aburrimiento, y que además aprendió las matrices de la pintura, el manejo de los pinceles y combinaciones de colores de la maestra portuense Adela Miranda discípula de Bonnín, y más tarde las perspectivas geométricas de dibujo en Santa Cruz con un artista notable, el escultor Alfonso Reyes. Su última enseñanza la recibió del maestro por antonomasia, aquel que enseña desinteresadamente, y que jamás pretende influir en el alumno de modo alguno: la Naturaleza.

En el pueblo de Santa Úrsula desplegó una gran actividad en torno a su Casino, donde dejó unos murales decorativos en su salón de baile, y donde conoció a la que iba a ser su compañera en la vida Juanita Rodríguez Gómez, con la que contrajo matrimonio el 18 de abril de 1936. Entre el paréntesis y la represión de la guerra civil y el éxito del militarismo del bando nacional regresa a la Orotava como contable de la explotación agrícola de la familia Suárez, reuniéndose con sus viejos amigos contertulios de la vanguardia literaria y periodística de La Voz del Valle y El Norte, volviendo una vez más al arte alfombrístico, tradición más hermosa de Canarias, para finalizar como funcionario de la ONCE y el irse a vivir a Santa Cruz, porque allí sus aficiones artísticas podrían encontrar mejores estímulos, y en la capital tinerfeña creó su propio taller “La Cuadra”, en una ciudadela del Barrio del Toscal, concretamente en la calle de San Miguel, falleciendo el 19 de octubre de 1985.

Máximo Escobar era un pintor con delicadeza, temperamento, titubeos y sensibilidad. Entre sus obras más importantes destaca “Paisaje del Ortigal”, desde luego su mejor paisaje, en el que se entrevé una emocionada lucha con la forma y la luz. Los acordes plásticos, en los que intervienen todos los matices y las mezclas más atrevidas, entonan ambiente todo el lienzo. Otra obra de envergadura “El Embarcadero de Morón”  nota de  color que recoge un paisaje tropical. Los colores puros que se emplean, sobre todo en el agua, llegan a “chillar”, pero la naturaleza del tema lo requiere. Y por ultimo “Otoño” es un cuadro de árboles, esos árboles que Escobar pintaba con devoción.

Máximo Escobar según el periodista Luís Ortega Abraham; es la originalidad de sus elecciones, la dignidad con que resolvió sus cuadros, la espiritualidad que trasuntan sus desnudas estampas majoreras, el misterio de sus brumas norteñas, sus agrupaciones de figuras pobres, con unción religiosa y temple histórico, sus atrevidos floreros y el pulido cubismo de sus bodegones cerámicos.

En el año 1903, concretamente el día 19 de mayo, el matrimonio de Juan Escobar Rodríguez y María Martín Morales aumentó con el undécimo hijo. Máximo Es­cobar Martín nació en Las Veguetas, Puerto de la Cruz, donde su padre se dedicaba a la administración de fincas.  En el año 1928 publica su primer artículo en La Voz del Valle. En el año 1932, entró en la redacción de El Norte, editado en La Orotava. En el año 1936, el día 18 de abril, en el Juzgado de Santa Úrsu­la, contrajeron matrimonio Máximo Escobar Martín y Juanita Rodríguez Gómez. La pare­ja residió al principio en el domicilio de los padres del pintor, en esta localidad tinerfeña. En el año 1948, primer premio de pintura para noveles en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Te­nerife. En el año 1950, interviene en la Exposición Regional de Mayo y en el homenaje al crítico Sebastián Padrón Acosta. En el año 1952, fundación del estudio «La Cuadra», con Juan Galarza y los escultores Roberto Barrera. En el año 1957, segunda estancia cubana y, patrocinadas por el Ministerio de Educación, exposiciones en el Palacio de Bellas Artes y Hotel Nacional, La Habana. En el año 1959, seleccionado para la colectiva «Las Islas Ca­narias», que se abrió en la Biblioteca Espa­ñola de París. En el año 1960, concursante en la Exposición Regional; po­lémica entre artistas y críticos y premio de honor para Pedro González. En el año 1962, primera individual en el Círculo de Bellas Ar­tes, Santa Cruz de Tenerife. Personal en el Instituto de Estudios Hispáni­cos de Canarias, Puerto de la Cruz. En el año 1963, participación en la muestra subasta de la Lu­cha contra el Cáncer. Exposición Regional de Mayo y Colectiva de Artistas Canarios en el Ateneo de La Lagu­na.  En el año 1966, segunda individual en el Círculo de Bellas Artes. En el año 1967, primera estancia en Fuerteventura y exposi­ción en Puerro del Rosario. En el año 1969, individual en el Círculo de Bellas Artes. El 30 de enero, presentación en Santa Cruz de Tenerife, del cuadro de actores de la ON­CE, con la co­media Alfilerazos, de Jacinto Benavente. En el año 1970, colectiva a beneficio de la Lucha contra el Cáncer. En el año 1971, individual en la galería HI-FI, Santa Cruz de Tenerife. En el año 1973, individual en la Sala de Arte y Cultura de Ca­jacanarias, La Laguna. En el año 1974, Inaugura la Sala de Exposiciones del Círculo de Amistad XII de Enero. En el año 1975, Individual en el Liceo de Taoro, La Orotava. En el año 1985, el 20 de octubre fallece, contaba ochenta y dos años de edad.

Entre el 15 de diciembre de 1992 y el 5 de febrero de 1993, colectiva «El arte de los años 60 en Canarias», comisariada por el profe­sor Fernando Castro Borrego. Máximo Esco­bar estuvo representado con cinco óleos entre los que figuraron La vendimia y La vaca muerta. En el año 1996, monografía de Máximo Escobar en la Biblio­teca de Artistas Canarios, editada por la Viceconsejería de Cultura y Deportes del Go­bierno de Canarias.

El periodista tinerfeño Eliseo Izquierdo decía de Escobar que, con cierto escepticismo finisecular, entre la multitud atónita ante la caída de los últimos imperios de las ideas y el nacimiento de nacionalismos viscera­les a uno y otro lado del mar, con el desconcierto ante un reloj que marca horas distintas (integración, disgregación, regresión), según sea el que lo mi­re, y la leve esperanza de un nuevo rumbo, nadie sabe hacia dónde ni para cuándo, la vida sencilla de Máximo Escobar resulta un espejo para miramos de un modo más tolerante y objetivo. En tiempos de vacíos ideológicos y esté­ticos, de ríos revueltos en que todo es válido con tal de remontar la corriente, la obra de Máximo Escobar comparece con los raros títulos de la sinceridad, la fidelidad a su estilo e, incluso, la cordialidad, que es un paño que ha usado el arte, algunas veces, para testimoniar facetas más gratas de la vida.

«En el mundo cabemos todos: los que van en primera línea, los que hemos evolucionado, porque hemos querido evolucionar, y los que, ellos sabrán las razones, se han quedado atrás. No se sorprenda por esta confesión que le ha­go: he visto cuadros abstractos que daría no sé qué por tenerlos...».

Habría que buscar en ese espíritu sensible y tolerante la pervivencia de su recuerdo y el caudal de sus amigos…”

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

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