El amigo desde la infancia en el Llano de La Villa de La Orotava;
SEGUNDO SACRAMENTO DOMÍNGUEZ, remitió entonces (2013) estas notas que tituló; “EL SEVILLISTA” (DON MANUEL ACENJO SÁNCHEZ):
“…El “Sevilla o Sevillita” es el nombre por el que se conocía popularmente
a un andaluz que probó el gofio, se enamoró de Canarias y aquí se quedó.
Don Manuel Acenjo Sánchez arribó a las
islas, de la mano del Circo Ringling, de camino a tierras americanas y falleció
entonces en La Laguna.
Casado con una esperancera, el amor de su vida, con la que tuvo seis hijos de
los que estuvo muy orgulloso y que también llevan los negocios en la sangre.
Este andaluz, vendedor de simpatía, buen
humor y de la mejores almendras garrapiñadas del mundo, llevó toda una vida
recorriendo los municipios de nuestras islas. Empezó a trabajar, debajo de un
tenderete, aun siendo un niño, con tan solo siete años. Y con 17 años, ya estaba
vendiendo golosinas en los circos más famosos, como el Circo Alegría, el Price
o el Teatro Chino. Así es como llega a Canarias, pero se encandiló de esta
tierra e hizo amistad con los Cambulloneros que en aquella época ‘trapicheaban’
cerca del muelle.
En aquellos tiempos, lo que más le
preocupaba era conseguir el dinero para pagar la pensión y los servicios de
limpieza de su ropa. Para ello vendía cocos que venían en los barcos de Guinea,
llevaba manteca a la panadería de La
Laguna o hacía cualquier otro recado por el que recibía
algunos duros con los que ‘vivía como un marqués’.
El “Sevillita”, como conocían por La
Orotava, a este andaluz afable y trabajador, tuvo mil oficios para sacar a su
familia adelante y rememorar con añoranza la seguridad que había en las
fiestas de antaño. Recordaba cómo, durante las fiestas de cualquier pueblo, las
casas de la zona tenían las puertas abiertas y todo el que por allí pasaba
podía entrar a comer y tomar un vaso de vino. Además recordaba como regresaba
caminando a su casa, con el dinero recaudado durante la fiesta en el bolsillo,
sin miedo a que le robaran, cosa que hoy
sería totalmente impensable.
Del Puerto de la Cruz recuerda su amistad
con Don Casiano y con Francisco ‘el Capitán’ con los que varias veces compartió
buenos momentos y con los que solía ir a comer.
De su paso por La Orotava también se acuerda
que dejaba ‘sus cosas’ en casa de Segundo Sacramento, el de la bodega y carnicería,
a quien enseñó a hacer los chicharrones que luego se hicieron muy famosos. De
la barbería, en la que el barbero les daba los “toques medicinales” a las personas a las que le dolía la garganta
y del horno de doña Jovita donde tostaba sus almendras. De Eduardo, el del
Tapias, con el que trabajó en la inauguración del Lagar Tamaide de la Cuesta de
la Villa, donde como camarero tuvo que atender al Capitán General de la época.
Don Manuel se alegraba de haber dejado
muchos amigos por todos los lugares que pasó, tal es así que aseguraba que los
propios canarios salieron en su ayuda cuando una vez, allá por los tiempos de
los ‘jaleos con Cubillo’, unos cuantos le querían pegar en un bar junto al
mercado de Nuestra Señora de África, en el que había parado para tomar café,
porque al escuchar su acento alguien quiso considerarlo “godo”. Aunque él precisa
que él no es un godo, que no vino a avasallar al canario. Sus mejores amigos fueron
canarios, su esposa era canaria y sus hijos también. No tenía enemigos, ya que
si a alguien le pudo ayudar siempre lo hizo.
Desde aquí un merecido homenaje a este
incansable trabajador y entrañable amigo fallecido, que forma parte de los recuerdos de mi más
tierna infancia…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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