jueves, 28 de septiembre de 2017

“EL SEVILLISTA” (DON MANUEL ACENJO SÁNCHEZ)



El amigo desde la infancia en el Llano de La Villa de La Orotava; SEGUNDO SACRAMENTO DOMÍNGUEZ, remitió entonces (2013) estas notas que tituló; “EL SEVILLISTA” (DON MANUEL ACENJO SÁNCHEZ): “…El “Sevilla o Sevillita” es el nombre por el que se conocía popularmente a un andaluz que probó el gofio, se enamoró de Canarias y aquí se quedó.
Don Manuel Acenjo Sánchez arribó a las islas, de la mano del Circo Ringling, de camino a tierras americanas y falleció entonces en La Laguna. Casado con una esperancera, el amor de su vida, con la que tuvo seis hijos de los que estuvo muy orgulloso y que también llevan los negocios en la sangre.
Este andaluz, vendedor de simpatía, buen humor y de la mejores almendras garrapiñadas del mundo, llevó toda una vida recorriendo los municipios de nuestras islas. Empezó a trabajar, debajo de un tenderete, aun siendo un niño, con tan solo siete años. Y con 17 años, ya estaba vendiendo golosinas en los circos más famosos, como el Circo Alegría, el Price o el Teatro Chino. Así es como llega a Canarias, pero se encandiló de esta tierra e hizo amistad con los Cambulloneros que en aquella época ‘trapicheaban’ cerca del muelle.
En aquellos tiempos, lo que más le preocupaba era conseguir el dinero para pagar la pensión y los servicios de limpieza de su ropa. Para ello vendía cocos que venían en los barcos de Guinea, llevaba manteca a la panadería de La Laguna o hacía cualquier otro recado por el que recibía algunos duros con los que ‘vivía como un marqués’.
El “Sevillita”, como conocían por La Orotava, a este andaluz afable y trabajador, tuvo mil oficios para sacar a su familia  adelante y rememorar  con añoranza la seguridad que había en las fiestas de antaño. Recordaba cómo, durante las fiestas de cualquier pueblo, las casas de la zona tenían las puertas abiertas y todo el que por allí pasaba podía entrar a comer y tomar un vaso de vino. Además recordaba como regresaba caminando a su casa, con el dinero recaudado durante la fiesta en el bolsillo, sin miedo  a que le robaran, cosa que hoy sería totalmente impensable.
Del Puerto de la Cruz recuerda su amistad con Don Casiano y con Francisco ‘el Capitán’ con los que varias veces compartió buenos momentos y con los que solía ir a comer.
De su paso por La Orotava también se acuerda que dejaba ‘sus cosas’ en casa de Segundo Sacramento, el de la bodega y carnicería, a quien enseñó a hacer los chicharrones que luego se hicieron muy famosos. De la barbería, en la que el barbero les daba los “toques medicinales”  a las personas a las que le dolía la garganta y del horno de doña Jovita donde tostaba sus almendras. De Eduardo, el del Tapias, con el que trabajó en la inauguración del Lagar Tamaide de la Cuesta de la Villa, donde como camarero tuvo que atender al Capitán General de la época.
Don Manuel se alegraba de haber dejado muchos amigos por todos los lugares que pasó, tal es así que aseguraba que los propios canarios salieron en su ayuda cuando una vez, allá por los tiempos de los ‘jaleos con Cubillo’, unos cuantos le querían pegar en un bar junto al mercado de Nuestra Señora de África, en el que había parado para tomar café, porque al escuchar su acento alguien quiso considerarlo “godo”. Aunque él precisa que él no es un godo, que no vino a avasallar al canario. Sus mejores amigos fueron canarios, su esposa era canaria y sus hijos también. No tenía enemigos, ya que si a alguien le pudo ayudar siempre lo hizo.
Desde aquí un merecido homenaje a este incansable trabajador y entrañable amigo fallecido,  que forma parte de los recuerdos de mi más tierna infancia…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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