miércoles, 20 de septiembre de 2017

EN TORNO AL FALLECIMIENTO DE DON MIGUEL DE UNAMUNO (1864 – 1936)



Fotografía correspondiente “Fondo fotográfico del Cabildo insular de Fuerteventura”. Del final de los años veinte del siglo XX, tomada a don Miguel de Unamuno en tertulia frente a su casa del destierro en la isla de Fuerteventura.

Mi amigo desde la infancia de la Villa de La Orotava; FRANCISCO JAVIER PÉREZ BAUTISTA, “QUICO”, remitió entonces (2016) unos artículos de su hermano el orotavense FLORENCIO LORENZO PÉREZ BAUTISTA, Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Salamanca, Profesor Adjunto de Medicina en la Universidad de Salamanca, Toco – ginecólogo y Miembro de Número de la Sociedad Española de Médicos Escritores: “…En numerosas ocasiones he leído fa muerte del Eminente Rector de la Universidad. Catedrático de Griego, autor de numerosos libros, propuesto para optar al Nobel de Literatura, con un índice bibliográfico importante sobre su vida y obra; figuran más de 70 libros que hablan en el Índice, destaca personajes reales que cita en sus obras, son varios cientos de la A a la Z. En la letra V, se Leen 17, los cuales a la vez se repiten en sus narraciones, (obviamente, Unamuno). Sobre su óbito, siempre he leído que falleció, simplemente: Por otra parte, dada su extensa bibliografía a la que no he podido acceder, no sé si relatan cómo y porqué fue.
En el libro titulado "Unamuno, Profesor y Rector de la universidad de Salamanca", (701 páginas, año 2011) su autor, Francisco Blanco Prieto al cumplirse el 75 aniversario de su muerte, se ocupó de manera pormenorizada sobre este punto (Hergar, Ediciones. 1ª edición 2011).
Ocurrió fa noche del jueves, 31 de Diciembre de 1936 en su casa de fa calle Bordadores, en la helada ciudad de Salamanca. 'Eran las tres y media de fa tarde cuando llegó a su casa el joven falangista Bartolomé Aragón., catedrático de la Escuela Profesional de Comercio, a enseñarle el folleto que pensaba publicar sobre el corporativismo para que Unamuno le diera opinión.
Se acomodaron en una pequeña sala y con brasero en fa camilla. Después de charlar con un cierto acaloramiento, Unamuno respondió a su interlocutor con un enérgico golpe sobre fa mesa y diciendo… “¡No¡ esto no puede ser¡, Dios no puede volverle la espalda a España,¡ ¡'España se salvará porque tiene que salvarse¡.
Esas fueron sus últimas palabras, pronunciadas con nerviosismo y excitación. Era las cuatro de fa tarde…
El silencio se hizo espeso en fa salita, al tiempo que la barbilla de Unamuno declinó lentamente sobre su pecho.
Aragón se mantuvo a la espera sin pronunciar palabra alguna esperando la réplica de! maestro, pero ésta, no llegó. Fue entonces cuando Aragón percibió un fuerte olor a zapatilla quemada en el brasero y al intentar levantar las faldillas para ver que ocurría, Don Miguel cayó de bruces sobre la camilla dándose un golpe seco, preludio de la más negra noticia. Al intentar ayudarle a incorporarse, Aragón percibió que 'Unamuno había huido de éste mundo para siempre…
Debido a su intensa vida y muy dolorosa en algunos momentos, vivió en casi continuo estrés y si a eso añadimos su fuerte carácter, hay que pensar en un infarto agudo, masivo, de miocardio.
La muerte era una constante en gran parte de Unamuno, llegando a pensar en el suicidio en numerosas ocasiones como en su etapa en Paris, donde tuvo pensamientos de arrojarse al Sena o de inyectarse una dosis fetal de morfina.
Un jesuita escribió que Unamuno tenía una obsesión sobre el suicidio y que se caracterizaba por hablar de éste tema a los demás.
Temía ser víctima de angina de pecho, así lo escribió, apareciéndole el espíritu del espectro de la agina de pecho de lo cual había estado obsesionado días antes. Como un aleteo del Ángel de la Muerte…
Consultar sus obras:
Amor y pedagogía (Madrid, Espasa- Calpe 1934, página 35)
Cómo se hace una novela (Alianza Editorial, Madrid 1912, Pagina; 12, 13 y 16).
Diario íntimo (Alianza Editorial, 6ª impresión 2011, reiterándolo a lo largo de 33 páginas)
Finalmente y en torno al tema de su muerte, no me resisto a dejar atrás éste bello verso: Cuando yo me muera, / guarda, dorada Salamanca mía, / tú mi recuerdo.  / Y cuando el sol al ocultarse encienda / el oro secular que te recama, /  con tu lenguaje de lo eterno heraldo, / di tú qué he sido…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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