Fotografía referente al amigo JAVIER LIMA ESTÉVEZ, autor de este artículo.
El amigo
de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ. Graduado en Historia por la Universidad
de la Laguna, remitió entonces (22/10/2017) estas notas que tituló; “ÁLVAREZ
RIXO Y LA ARQUEOLOGÍA”.
Publicadas en La Opinión de
Tenerife el sábado 21 de octubre de 2017: “… ¿Qué relación podemos llegar a establecer entre el polígrafo
portuense José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883) y la Arqueología? Para
responder a esa pregunta acudimos ante la lectura de un artículo del
catedrático de Arqueología de la
Universidad de La
Laguna, Antonio Tejera Gaspar, quien sería autor de una
interesante relación publicada en la revista ERES en 1990, bajo el título
“Apuntes sobre restos de los guanches encontrados en el siglo actual, de José Agustín Álvarez Rixo”. En tal
aportación, analiza con detalle un manuscrito redactado por el destacado
cronista y político portuense que, a lo largo de sus 28 páginas, recoge
información relativa a diversos hallazgos arqueológicos en la isla de Tenerife
entre 1845 y 1879, aunque en el presente artículo nos centraremos en el Valle
de La Orotava.
Álvarez Rixo afirma que “en el año 1817, haciendo excavar en mi
terreno de La Luz
a la entrada de una extensa gruta volcánica (que fue morada de guanches) para
plantar una parra, se descubrieron varias cuentecitas de barro, unas en forma y
figura de formillas de hueso, otras en figura de pequeños canutillos, los
cuales recogí y todavía conservo, lo mismo que una lancetita de piedra tabona,
obsidiana, aunque con la punta rota. Pero las osamentas estaban casi
pulverizadas”.
Al mismo tiempo describe que, siendo el año 1857 y “sorribándose
en un trozo de malpaís en la
Suerte nº 18, de la jurisdicción de este Puerto de la Cruz, se descubrió una
curiosa gruta volcánica que había servido de morada de guanches, por hallarse
en ella algunos gánigos, cazuelas todas de su uso; y todo lo desaparecieron los
trabajadores: gracias que se pudo recoger algunos raros, a la par que
curiosísimos filamentos o hilos de lava cristalizados que, a manera de los
festones que forma la cera y las resinas al derretirse, pendían del techo de la
gruta, la cual después tapiaron a fin de continuar el trabajo de sorriba del
terreno”.
Del municipio portuense también citaría el descubrimiento
realizado en torno a la ladera de Martiánez, concretamente en 1879, siendo en
el verano de ese año cuando se descubrió “una cueva de guanches con más de
trescientas calaveras y osamentas”. Al parecer, “muchos de dichos cráneos los
recogió don Ramón Gómez, el boticario, y los regaló a
varios sujetos científicos para estudiar sobre razas humanas”.
En el año 1865, tras una serie de obras por la búsqueda de agua,
“se encontraron en tierra vegetal algunos huesos humanos, esponjosos y
detrimentados a causa de la humedad los cuales hemos examinado en nuestra mano.
También se hallaron algunos árboles caídos, que al querer menearlos se
deshacían en polvo, y pedazos de un gánigo de barro, pero de una calidad más
fina, más compacta, de fábrica más delgada que la usada y trabajada por las
generaciones después de la conquista.
Por último, es también objeto de su atención la ladera de
Bollullo, en La Orotava,
donde relata que durante el mes de agosto de 1868, “los hermanos José y Felipe Padrón, vecinos del Puerto de la Cruz, descubrieron o más bien
visitaron, en la pendiente ladera de Bollullo, una o dos cuevas que la mayor de
cosa de seis varas de diámetro, contenía 30 ó 40 osamentas de los guanches,
pero no hallaron momias; por lo que inferimos, que estos restos como otros
muchos de este género encontrados en infinitos puntos de la isla de Tenerife
provendrán de los infelices indígenas que, abatidos y desesperados por no poder
sostener su amada libertad; antes que ser vendidos por esclavos, prefirieron
encerrarse en las cavernas casi inaccesibles y dejarse morir de hambre, y de la
enfermedad con la cual la melancolía o postración del ánimo les acometió, y los
historiadores denominaron modorra”.
Son, pues, testimonios que nos sitúan y aproximan al estado de
la arqueología en el Valle de La
Orotava a mediados del siglo XIX, recogiendo J. A. Álvarez
Rixo toda una serie de testimonios dignos de su atención…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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