Para el
arreglo de mis zapatos, me desplacé a San Francisco de la Villa de La Orotava,
al taller que fue durante muchos años del amigo Pedro Chávez Trujillo.
Cada vez que
pernocto el taller de zapatería de “San Francisco” de la Villa de La Orotava,
se me ponen los pelos de punta, puesto que en ese clásico rincón ARTESANAL –
CÁTEDRA orotavense, se conserva una de las maquinas de coser de origen alemán
de la ciudad de Hamburgo (siglo XIX), que fue propiedad de mi abuelo materno;
Bruno Abréu Rodríguez.
Es para mí una
gozada la visita a esa catedral orotavense del zapato, esa máquina que me llama
la atención de origen austriaco (juntamente con otra que le vendió al también
zapatero villero Saturnino Hernández Díaz “Nino”, son únicas que quedan
activas).
Se la vendió
mi abuelo a Pedro Chávez Trujillo (fundador de la mencionada zapatería) al
principio de la década de los cincuenta del siglo XX, cuando empezó a trabajar
por su cuenta, por un montante de 1.000 pesetas. A mi abuelo le costó 30
pesetas, y subirla desde el Puerto de la Cruz hasta La Villa de La Orotava en
una mula, le costó 35 pesetas. Cinco pesetas más que el coste de la maquina.
Me alegro que
sus herederos, sus actuales propietarios del taller, sus hijos y amigos; Juan
Pedro y Tomás Chávez Méndez, la conserven con cariño, la siguen utilizando e
incluso todos los años la expone en la feria de Pinolere.
En fin esa máquina
se la adquirió mi abuelo Materno; Bruno Abreu Rodríguez al principio del siglo
XX al abuelo de los hermanos orotavenses; Pedro, Juan José, Domingo, Camilo y
Antonio Pérez Betancourt.
Fue
transportada desde el Puerto de la Cruz a la Villa de La Orotava a lomo de
mula.
Le pedí a los
amigos; Juan Pedro y Tomás Chávez Méndez actuales propietarios y gerentes del
taller que me facilitaran material de su padre.
Solo poseían
un recorte de un artículo del periódico tinerfeño encuadernado y colgando en
las paredes del mencionado taller.
Trata de un
interesante e ilustrado artículo periodístico, firmado por MANUEL ACOSTA
GONZÁLEZ, en la sección de “RETAZO DE TRADICIONES”, pero se desconoce a qué
periódico pertenece, pagina y fecha: “…En la plaza de San Francisco, número 15, de la Villa de La
Orotava, se encuentra en la actualidad la zapatería de los herederos de don
Pedro Chávez Trujillo. La casa es terrera, con una sola puerta, de aspecto muy
antigua y de color avellana, donde se puede apreciar el veteado de la Riga, que
la acción del tiempo nos deja ver al desnudo.
Poniendo los
pies en el escalón de piedra pasé al interior, y lo primero que se puede
contemplar es la figura del maestro zapatero sentado en su taburete, donde
realiza sus labores de artesano. Me recibe con un saludo afectuoso y una
sonrisa amplia. En el ambiente se respira un olor penetrante de suelas, pieles.
Betún y tintes; característico de estos talleres. El primer gesto del
maestro fue: «Tome asiento» para luego, proseguir: « ¿Qué le trae por aquí?».
«Don Pedro, con su permiso: ¿desde cuándo practica este oficio de la zapatería
en general?». Después de una pequeña reflexión, me decía el maestro que todo
empezó allá en su infancia, cuando aún andaba con pantalón corto y su grupo de
amigos que iba de un lado para otro en busca de aventuras con sus doce años de
niño adolescente que tenía que orientar su vida dentro de un Valle donde
predominaba el verde esmeralda de sus plataneras y los grandes ojos de las
charcas repletas de agua, desde donde salían las atarjeas que transportaban el
preciado liquido para apagar la sed de los cultivos de la idílica
Orotava.
Don Pedro
Chávez es natural de La Orotava y vivió en el barrio de Los Cuartos. Comenzó a
trabajar a los doce años en el taller del maestro zapatero don Antonio
Luis Domínguez, que vivía cerca de su casa. Este maestro supo enseñar día
tras día al joven Pedro, trasmitiéndole los conocimientos con los trucos del
oficio y los diferentes tipos de zapatos que se hacían por aquel entonces,
tanto los de hombre corno los de mujer y, sobre todo, los botines de tacón
carrete que tanto uso tuvo en aquella época, no pasando por alto las polainas
decoradas a dos colores y las de un color entero con hebillas de metal en la
parte de afuera, que pueden ser negras o canelas Como las que usan en la
actualidad los hombres que visten el traje típico y van cargando al Santo
Patrón, San Isidro Labrador, en la famosa romería del Valle de La Orotava,
En el año de
1951 tomó una decisión y dejó el taller donde había aprendido lo suficiente,
para establecerse por su cuenta, disponiendo su propio taller de «zapatería
en general» en el mismo lugar que se encuentra en la actualidad.
Cuatro años
más tarde contrae matrimonio Con doña Cecilia Méndez Hernández, formando un
nuevo hogar que daría sus frutos con los seis hijos que tuvieron, cuatro
hembras y dos varones.
El taller de
don Pedro es muy singular y, a la vez, repleto de cosas que resaltan a la
vista, como la colección de llaveros que penden por todas partes, al igual que
los aperos de labranza, utensillos de las casas antiguas, junto con unas
tenazas de herrería que guarda con gran cariño y respeto, porque eran de su
padre, cuyo oficio desarrolló durante toda su vida. Sería imposible enumerar
tantas cosas curiosas y objetos de todo tipo, pero lo más que me llamó la
atención es una silla de hierro y cuero, de un modelo castellano, conocido como
«CAMUJA», cuyo uso en la antigüedad era silla de viaje en cabalgadura que,
por la forma que tiene de arco de medio punto, se adaptaba al lomo de las
mulas.
---Don Pedro,
¿cuántas personas se habrán sentado en este sitio'? «Figúrese, no solamente
los Clientes, sino los amigos, que son muchos». Es fácil adivinar las entretenidas
charlas de las tardes lentas y pesadas, donde se habrá hablado de lo divino y
lo humano, sentando cátedra la sabiduría popular, según usos y costumbres de
nuestra tierra. Ya que este mismo caso se da en los talleres de otros oficios,
como: el sastre, peluquero, herrero, carpintero y en más de una taberna donde
a veces, por razón del vino, los alegatos toman un tono más bravío y fogoso
pero en casa del maestro zapatero las cosas, son normales porque él tiene, a
modo de juez un martillo en la mano para majar la suela y poder dar la forma a
los zapatos por cuya razón, si las discusiones se desmandan pone orden dando
cuatro martillazos en la cesárea por el bien de la casa.
Muchas cosas
curiosas me contó el maestro del calzado, como, por ejemplo, una tenería que
hubo de antiguo en La Orotava donde se curtían todo tipo de cueros, pero
al desaparece¡ ésta, los zapateros y albarderos recurrieron él
la rúbrica Dorta en Santa Cruz, que vendía todo lo que hacía falta para estos
menesteres. Pero, en la actualidad, don Pedro trae los materiales de la
Península, concretamente de Valencia: para las botas de muga de cuero virado en
beige, y de Madrid para las negras lisas satinadas, al igual que los zapatos
de hombre y toda clase de suelas de Igualada, Barcelona. Es una gran suerte
contar con este hombre entrañable, enamorado de su oficio, que nos resuelve
una parte tan importante del rescate del calzado que se usaba en el pasado, y
tan necesario es para completar vestimenta y calzado tradicional: por lo que
contamos con él, ya que ha sabido guardar los moldes y patrones antiguos de los
zapatos de mujer de La Palma, como los que llevan hebillas de plata, botines
de tacón carrete de Tenerife, La Gomera, El Hierro, y las conocidas polainas
que realiza enteramente a mano, con esas hormas de madera que conserva junto
con el gancho para sacar las mismas; la linasa o cáñamo, la cera para
fortalecer el hilo, las manijas de cuero que le protege, las manos del paso de
los hilos en el cocido, con las leznas y las correas de tira pie, los martillos
tan característicos, pero la pieza más curiosa por su nombre es la cesárea, que
viene él ser una pieza de hierro, formando tres ángulosunidos al mismo
vértice con unos salientes en forma de planta de pie de dos tamaños, con un
talón que, según convenga, se introduce en el interiordel
calzado para realizar las labores artesanas. Por este taller han
pasado tres o cuatro aprendices a lo largo de los años: pero en
realidad los que verdaderamente se han quedado son sus dos
hijos: Juan Pedro y Tomás Chávez Méndez, que no quisieron seguir estudiando y
se dedican de pleno a la zapatería en el taller de su padre. Que me dice lo
bueno que son sus hijos realizando los trabajos artesanos de la zapatería en
general. A don Pedro Chávez se le ve muy contento y feliz al contemplar a sus
dos hijos trabajando con él, y sobre todo que puede contemplar cómo sus
conocimientos no se perderán ya que estos dos jóvenes realizan este oficio a la
perfección, con un buen ánimo de la continuación. Estos tres maestros del
callado tradicional se merecen más que un artículo, por la dedicación y la
entrega a un oficio tan singular: por lo que les dedicaré dos coplas populares.
Tírate poquito a poco / no te tires a matar / que dicen los zapateros / que
esta caro el material. / El zapatero y el sastre / fueron al infierno juntos /
el sastre por los recortes / y el zapatero por puntos…”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario