Para emprender
la narrativa y expresar lo que era Higa en el siglo XVIII, reproducimos copia
literal de un documento inédito perteneciente al expediente
"Diligencias obradas sobre la alcaldía del lugar de Higa para el año
1783", publicado en el bosquejo correspondiente al cortejo 1992,
conservado en el Archivo Municipal de La Laguna. El testigo
declarante es Gabriel Ramos, de 30 años y vecino del Pago de Higa: Que el Pago
se puede componer de doscientos vecinos que tengan casa separada, pero de estos
habrá visibles y que se puedan contar para Juntas menos de la mitad, porque los
demás, unos son advenedizos y que están en el Pago un año y luego no se sabe de
su paradero; otros porque son tan pobres que no se pueden presentar a nada y
otros que no se separan nunca de guardar sus ganaditos. Que el testigo no
concurrió a esta última Junta que se hizo, pero si puede afirmar que si algunos
vecinos o la mayor parte de ellos concurrieron sin capa no es por que dejan de
tenerlas y algunos a pares, y sí porque en este Pago no se extraña, aún en el
acto más serio, pues es notorio que en los días de la Virgen y San
Jerónimo, que son dos días de mucha celebración en este Pueblo, concurre en la
ermita muchos sin capa, teniéndola; y regularmente en los días que se celebra
el sacrificio de la Misa en la ermita los vecinos inmediatos van a oírla
sin tal capa, sobre que nunca ha habido el más ligero reparo. El historiador
Manuel Rodríguez Mesa en su libro: Higa siempre fue contemplada como una zona
eminentemente agrícola y los único que preocupaba, a los interesados, era el
estado de alguno de los caminos por donde, a lomo de bestias o bien en corsas,
carro y carretas, se transportaban semillas y frutos recolectados: la
producción; pero no las condiciones de vida de un vecindario que, aunque
diseminado, desde mediado del siglo XVIII había comenzado a mostrar su
descontento en términos que posteriormente -a raíz de las normas
constitucionales de 1.812-, originaron desconfianza en los regidores
orotavenses, temerosos de que el lugar lograra su independencia. A las tierras
de Higa sólo fueron a residir las personas modestas: pequeños propietarios,
peones y jornaleros. José Manuel Hernández afirma de las costumbres infantiles
de antaño: Cuando chico íbamos a la huerta más próxima a casa a volar la
"gometa". Se creaban auténtico campeonatos para ver quién la subía más
alta o cuál era la más original. Esto era por Semana Santa, cuando la brisa
pegaba con más fuerza y las vacaciones daban paso al lindo juego de la
imaginación. Unos meses más tarde, el juego volvía a ocupar todo nuestro
tiempo. Era el verano. Tiempo de diversión, de fútbol sin descanso, de rodillas
machacadas. El trompo, los boliches, los carros de verga y los de madera con
rodillos. Francisco Álvarez Abrante nos detalla lo que fue su Cine,
el de su familia que con cariño y amor al arte supieron llevar a cabo: El Cine
Perdoma había dejado de ser autosuficiente. Los precios de alquiler de la
película, personal, impuestos, escasas asistencia a la sala, hacían difícil su
mantenimiento. Pero mi amor por el cine (y desde aquí un recuerdo para mi madre
que nunca quiso que este pueblo suyo quedase sin cine), mi posición económica
que, en ocasiones, me permitían subvencionarle, e incluso hacer de acomodador,
portero, taquillero u operador, hizo que sufriera una primera reconvención. Se
dotó de nuevas instalaciones técnicas, pantalla, butacas, decoración, y una
nueva imagen. Se hizo la reapertura, un jueves, con la película por excelencia,
grandiosa y eterna "Lo que el viento se llevó". Fue un rotundo éxito
y, esa noche, casi se pone el cartel de no hay billetes. Nuevamente el
perdomero José Manuel Hernández nos atrae con un título "La Perdoma y
sus gentes: Ayer y Hoy": La Perdoma, el Pago de Higa hasta bien
entrado el siglo XIX, ocupa un lugar privilegiado, desde el punto de vista
agrícola, en el conjunto del Valle. Tierras fértiles y agua fueron la clave
para acoger, desde antes de la conquista, a un buen número de pobladores. En el
siglo XVII aparecen ya los primeros datos sobre el número de pobladores de
Higa. Se habla de cien vecinos. El siglo XIX, época de crisis económicas y de
emigración en Canarias, tiene sus repercusiones en la Perdoma.
Se produce un descenso importante de la población, en la que influyó, de
forma determinante, la salida masiva de canarios hacia Cuba y otras zonas de América,
en busca del pan que su propia tierra y su injusta sociedad les negaba. En
síntesis, podemos comprimir la evolución de la población de La
Perdoma en tres grandes etapas: una primera que va desde el siglo XVI
hasta el XIX, en la cual el crecimiento es constante y las condiciones de vida
muy duras; la segunda que abarcaría al siglo XIX, en que se produce un
retroceso en el número de habitantes como consecuencia de las crisis económicas
y la emigración y la tercera que se extiende desde finales del siglo XIX hasta
la actualidad, en la que conocemos un crecimiento permanente de la población,
sobre todo a partir de los años sesenta con la irrupción del turismo y el
"boom" de la construcción, que contribuye a mejorar las condiciones
económicas de los perdomeros. Don Manuel María Vega Santos cura ex párroco del
antiguo Pago de Higa manifiesta: Si durante el año hemos dirigido a nuestros
Patronos con miradas, oraciones y aclamaciones, cuando llegan sus fiestas nos
estremecemos de gratitud y alegría porque nuestra religiosidad puede explayarse
en una nueva dimensión que satisface los anhelos personales, comunitarios, etc.
Pero no perdamos de vista que la trascendencia de nuestra vida, dicho con otras
palabras, ser consciente de que Dios preside toda nuestra existencia, depende
de la "formación". ! Qué modelos tan acabados tenemos en nuestros
Patronos, San Jerónimo y nuestra dulce Madre la Virgen del Rosario!.
Cada uno y, al estilo del Espíritu Santo, son "espacios de Dios".
Nueva copia
literal de un documento inédito sobre un vecino de Higa de 1.618, conservado en
el Archivo Municipal de La Laguna, -no sabemos quién es el encubridor del
documento, me hace pensar que el coetáneo como el expresado en el preámbulo,
son del afecto José Manuel Hernández Hernández, me parece que, trabaja en los
mencionados archivos-, y que reproducimos a continuación: En Cabildo, veinte y
ocho de septiembre de mil y seiscientos y diez y ocho años. Salvador Pérez
Labrador, vecino de Higa, digo que tengo necesidad de cortar en las montañas
del dicho lugar cantidad de madera de azebiño, haya y tea y pino para hacer una
caza alta y sobrada. A vos suplico me conceda licencia para y ello pido.
Personalmente de la Perdoma tengo un especial recuerdo en mi infancia
y adolescencia, de un gran amigo de mi padre compañero suyo del colegio de San
Isidro de los hermanos de las escuelas cristianas. Un hombre lleno de fe, y de
caridad, el recordado pastor sacerdote Don José Ponte y Méndez, de él nos dice
el escritor y profesor Álvaro Hernández Díaz en su libro sobre la biografía del
benemérito presbítero: "....Hizo de La Perdoma un pueblo
abierto, ágil, fraternal, dispuesto a la superación. Treinta años de trabajo
arduo, difícil. Don José, el párroco bueno y cariñoso, abrió una brecha
importante en la adormecida conciencia de los perdomeros, haciéndolos más
conscientes de los problemas sociales de su barrio. Aquella buena semilla
sembrada continúa dando sus frutos en la comunidad de la Perdoma, que
incesante actividad y tenacidad lucha por conseguir viejos anhelos, y otros
propios de los tiempos que corren. Don Domingo Hernández Perera en su obra
"El Centro Histórico de la Villa de La Orotava", nos
dice; "... que el historiador villero Manuel Rodríguez Mesa nos ha
brindado recientemente un interesante estudio histórico Pago orotavense de
Higa, que constituye una valiosa aportación al conocimiento del pasado de
nuestra Villa. La expresión del Sr. Hernández Perera la hemos simbolizado en
varios párrafos de esta crónica, concretamente cuando resaltamos los escritos
del Pago de Higa correspondientes al investigador Sr. Rodríguez Mesa.
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
No hay comentarios:
Publicar un comentario