El amigo del Puerto de
la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió (2015) entonces estas notas, que tituló
“LA RADIO DEL VALLE”: “…-Buenas noches padre, ¿es La Voz del Valle?
Era,
indefectiblemente, el comienzo de cada conexión.
De
siempre, desde las estancias en Venezuela, hubo interés por la radio. Mi padre
inculcaba los valores de la técnica, que él empezaba a dominar muy bien y como
que quería que siguiese sus pasos.
Pero
uno prefería el otro lado de la comunicación. Estar en el lugar, hablar,
comunicar, porder transmitir lo que veíamos. Hacérselo saber a otros.
Y ya de regreso, cuando la televisión en la isla apenas era una experiencia
incipiente, la cita nocturna con la radio era diaria. Con los abuelos, en torno
a aquel viejo aparato que tan bien sintonizaba emisoras de todos lados, pese a
que aún no se había implantado la frecuencia modulada.
Y allí escuchábamos La Voz del Valle, uno de cuyos programa estelares era “Las
tres columnas” o “Navidad de los humildes”, la primera referencia que tengo de
radio participativa pues los oyentes, desde La Orotava, Los Realejos o Puerto
de la Cruz telefoneaban para hacer en directo una aportación económica
destinada a aliviar las carencias de las familias más necesitadas de los tres
municipios en las fechas navideñas.
Aquella manifestación de solidaridad -salpicada de vez en cuando con alguna
excentricidad o desequilibrios visibles de los oyentes en las aportaciones
monetarias voluntarias- tenía luego una proyección en forma de gráfico que se
exponía semanalmente en los escaparates de “Almacenes Gómez Baeza”, a donde
acudía gente de todas las edades -escolares incluidos- para comprobar el estado
de cla clasificación por municipios.
El padre era el cura José Siverio, quien años después sería mi director en
Radio Popular de Tenerife y a quien debo jugosas enseñanzas sobre cómo
desenvolverse ante el micrófono en un espacio en directo.
“Sí, buenas noches, dígame”, respondía Siverio con una voz tronante, a medio
camino entre la amabilidad y lo cortante.
A esta
emisora hice llegar, en los primeros años de bachiller, sencillas
colaboraciones, facilitando resultados de partidos de fútboles juveniles o
infantiles o anunciando algún encuentro de interés de la siguiente jornada. Fue
el primer contacto real con el mundo radiofónico.
La Voz
del Valle fue pues la emisora de referencia. Esquelas, farmacias de guardia,
discos dedicados, música clásica... Así ha quedado plasmado en el libro de
Julio Yanes Mesa y Rodrigo Rodríguez Borges titulado “La radiodifusión sindical
del franquismo. La Voz del Valle 1960-65”, un volumen muy bien estructurado que
es la historia misma de la emisora. Documentos, testimonios sonoros,
informaciones verbales... Por registrar, hasta aparece la nómina de socios
protectores.
Allí trabajaron Domingo
Hernández Torres, que ponía una voz ceremoniosa y teatral y se las componía muy
bien con cualquier apaño técnico; el siempre inquieto y observador Alvaro
Morales; el meticuloso Santiago García Luis, con el que coindidí años después
en Radio Popular y descubrí su talento musicalizador; y Carlos Argüelles, el
polifacético conductor de los deportes.
“La
radio del Valle”, escribe Juan Cruz Ruiz en el prólogo de este libro, “un
documento de primera magnitud” que puso los pelos de punta, según confiesa, al
escritor portuense.
Es, en
efecto, una obra valiosísima, que faltaba. Un volumen que hace justa
correspondencia a la importancia que en la primera década de los sesenta del
siglo pasado, en pleno franquismo, cobró un medio de comunicación hecho, por lo
que puede leerse, con tanto rigor como entusiasmo para sortear las dificultades
de todo tipo surgidas en la época.
Los pelos de punta, sí. Cuando apareció la tele y cuando se apagó La Voz del
Valle, echamos de menos aquella pregunta de conexión: -Buenas noches padre, ¿es
La Voz del Valle?…”
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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