martes, 16 de enero de 2018

NORBERTO HERNÁNDEZ SIVERIO GONZÁLEZ.



Fotografía referente a un Óleo - color de José Carlos Gracias, publicado en el matutino EL Día (Santa Cruz de Tenerife).

Dice la autora francesa Danielle Jacquart, que no es médico sino investigadora del CNRS (en 1984): La asimilación del amor a un estado patológico que opera en ciertos casos la tradición médica antigua no ha cesado de despertar el interés de los eruditos desde el comienzo del siglo XX. El sujeto está sin embargo lejos de estar agotado tanto están extendidos e imbricados los prolegómenos perceptibles en la representación de las relaciones entre amor y locura en el Renacimiento y mis allá. Paradójicamente esta cuestión ha sido ilustrada sobre todo por los historiadores de la literatura y la filosofía y ha si do asombrosamente preterida por los historiadores de la medicina. Parece en efecto escapar a la problemática médica: la pasión amorosa en tanto que tal no está incluida en la ciencia de hoy y si su interpretación médica encontró algún eco en la literatura no parece haber tenido gran porvenir en el seno mismo del discurso médico. Es legítimo sin embargo preguntarse por qué el tema del amor ha tenido tal éxito entre los médicos de la Edad Media.
El profesor de Literatura Keith Whinnom, en su edición de la Cárcel de Amor de San Pedro (1985) señala que de los tratados medievales sobre el amor no hacen caso los historiadores de la medicina. Y la psiquiatra judía americana Susan Baur (1996) ha señalado: Psiquiatras y neurólogos ensalzan solo el «amor sano», para ellos la pasión es negativa. Los psiquiatras se interesan en la dimensión social del amor y los científicos piensan que pueden estudiar el amor científicamente. Hace un siglo que la ciencia reduce la pasión a la atracción física al servicio de la reproducción. 'El amor emana del cerebro, de un cuerpo físico y constituye pues un sujeto de discurso científico lo mismo que los pepinos', argumentaba un reciente libro escrito por tres psiquiatras. Los psiquiatras han aceptado la visión reductora del amor como simple motor de la reproducción. Para ellos Eros no tiene sitio en el «amor sano». Así el amor se evacua del discurso.
Frank Tallis (2004), novelista y psicólogo inglés, en su libro «Enfermo de amor. El amor como enfermedad mental» señala: De la época de Galeno al s. XVII los doctores consideran a la enfermedad del amor como un diagnóstico legítimo y útil. La enfermedad del amor como diagnóstico se hizo menos popular entre los doctores del s. XVIII y perdió actualidad completamente en el s. XIX.
En el s. XX ha desaparecido más o menos del vocabulario médico. El rechazo de la enfermedad del amor como diagnóstico médico es casi enteramente debido al declive y eventual rechazo de los principios hipocráticos. Cuando la medicina se volvió fascinada por el sistema nervioso, los síntomas de la enfermedad del amor fueron absorbidos en síndromes amplios, que se presumía brotaban de vulnerabilidades constitucionales. En el s. XIX los doctores se hicieron cada vez menos interesados en el amor y cada vez más interesados en el sexo. El amor se ha hecho completamente irrelevante para el doctor moderno. Sin embargo Tallis se contradice cuando trata de explicar al amor por la teoría darwinista de la evolución. En otro artículo de 2005 el mismo Tallis afirma que la enfermedad del amor fue usada por los médicos durante cerca de 2.000 años. No fue hasta el colapso del modelo humoral en el s. XVIII que el diagnóstico perdió el favor de los médicos. Y el psiquiatra francés Brenot (2003) opina que el mal de amores está hoy en día desacreditado, no existe ya a los ojos de los médicos.
El primer tratado de Neurología de la Historia, De cerebri morbis de Jason Pratensis (1549), incluye un capítulo «De Amantibus». Sin embargo conviene señalar también que si bien el amor desapareció de los tratados de neurología y medicina a partir del s. XIX, el tema del amor si sigue apareciendo en obras individuales, sobre todo de neurología y psiquiatría, pero también incluso de oftalmología, durante los siglos XIX y XX. Modernamente solo conozco el caso del médico alemán Hans Schadewalt, profesor de Historia de la Medicina en Düsseldorf que ha escrito sobre la enfermedad del amor (1985) y ha inspirado la Tesis Doctoral de su discípula Giedke (1983) sobre el tema.
Soy muy amigo de Norberto Hernández Siverio desde los años colegiales en el Colegio de San Isidro en los Salesianos de la Villa de la Orotava, le conocíamos por el seudónimo “El Platero”, claro que pertenece a esa saga de “Platero” de la Villa de Los Realejos.
Nacimos el mismo año, me llevaba un curso por haber repetido el segundo de bachiller, pero éramos muy amigos, jugamos juntos al fútbol en el campo de dimensiones irregulares del colegio, él siguió la líneas balompédicas de forma oficial en el Infantil Peñón, con el que quedó campeón de la zona norte, que equipo infantil de fútbol era el Peñón presidido entonces por el recordado don Pedro conocido por el pirulín, donde destacaba en la delantera Gerardo Movilla y por detrás mi otro compañero colegial Mario Torres.
La trascendencia de la carrera de Norberto es inmensa. En el orden científico, docenas de estudios e investigaciones, numerosos conceptos adquiridos de patología comparada, muchas doctrinas afincadas de modo definitivo gracias a ellos, métodos de pensamiento originales aplicables a la ciencia  de la cirugía en general, gusto y afán por la técnica, impulso a la ciencia médica, creación de la llamada Escuela de nuevas y modernas tecnologías científicas.
Norberto nació en el Puerto de la Cruz en el año 1950. Licenciado en Medicina y Cirugía en la Universidad de La Laguna en 1975, se incorporó como profesor ayu­dante de clases prácticas en el departamento de Cirugía del Hospital Uni­versitario de Canarias en 1976. Obtuvo por concurso de oposición nacional la plaza de profesor titular de Cirugía en 1985 y de Catedrático de Cirugía en 1996, cargo que desempeña hasta la actualidad. Norberto Hernández ­Siverio posee una amplia experiencia en el campo de la cirugía, especializándose en diferentes ramas como son la cirugía general y del aparato digestivo, cirugía pediátrica y trasplante de órganos.
Más tarde, se desplazó con su familia a Minnesotta, Estados Uni­dos, donde trabajó en su Hospital Uni­versitario. Allí además de ampliar conocimientos quirúrgicos, conoció la organización departamental y hospi­talaria americana. Completa su for­mación en diferentes especialidades de cirugía durante largas estancias en hos­pitales Europeos y Americanos, como el Hospital for sick children, en Lon­dres, en la especialidad de cirugía y urología infantil; el St. Mark's H, en la misma ciudad, en el departamento de coló proctología; el H.U. Copenhague, en cirugía gastrointestinal; el H.U. Cambridge; H.U. Minneapolis; el H. Pittsburg, y el H. Chicago,  en la especialidad de trasplante de órganos.
En la actualidad es jefe clí­nico de Cirugía y jefe de equipo de Tx renal en el HUC, unidad donde ha rea­lizado cientos de Tx renales.
Puso en marcha por primera vez en las Islas diferentes técnicas quirúrgicas. Entre ellas la extracción multiorgánica, el implante de prótesis mamaria post mastectomia y la cirugía laparoscópica pediátrica referido a la vesícula, el bazo y el riñón.
Su dedicación exclu­siva a la cirugía le ha permitido la práctica de miles de intervenciones quirúrgicas, que abarcan desde las más habituales a otras de carácter más com­plicado. La cirugía experimental y la investigación han sido otras de sus dedicaciones. Ha dirigido veinte tesis doctorales. También ha colaborado en varios libros, ha publicado ciento veinte artículos científicos en revistas internacionales y nacionales, y ha par­ticipado en ciento sesenta comunica­ciones a congresos. Convencido que la familia es fundamental, está feliz­mente casado desde hace 31 años con María José Padrón y son padres de Norberto, que es odontólogo, Jaime, podólogo, Sofía, también odontólogo, y Alejandro, que se encuentra realizando los estudios de Medicina.
Decía don Santiago Ramón y Cajal, Si un Dios lleno de bondad / en este mundo existiera, / reinaría por doquiera, / tranquila, la libertad; / y aquí la desdicha impera.
Nada más lejos de la realidad, según se desprende del análisis la carrera médica y científica del amigo Norberto, muestra de la enorme personalidad humanística, de neta raíz intelectual portuense y ranillera.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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