En su origen fue un poblado de pescadores que fue creciendo a medida que se
incrementaba el comercio local. El comercio del azúcar dio paso al del vino,
estableciéndose su auge de exportación en la segunda mitad del siglo XVI, dando
paso a un proceso de desarrollo social y económico. Puerto de la Cruz se
convirtió en el puerto más importante de la isla cuando una erupción volcánica
destruyó el de Garachico en 1706. Durante los últimos años del siglo XVIII y
principios del siglo XIX, el comercio de Canarias tanto de exportación como de
importación -a excepción del comercio que venía de las Indias Occidentales
españolas y de Sudamérica-, puede decirse que estaba concentrado en el Puerto
de La Orotava. Si bien es verdad que Santa Cruz de Tenerife era la
población principal en aquel tiempo, ya que conservaba el gobierno militar y
financiero de Canarias, toda casa mercantil estaba relacionada con La Orotava.
Éste proveía a las Islas de artículos de manufactura extranjera. Se puede decir
que entre 1812 y 1815 el Puerto de La Orotava alcanzó una gran actividad
comercial, embarcando importantes cantidades anuales hacia Gran Bretaña y otros
lugares.
El Valle de La Orotava atrajo a numerosos científicos y artistas ilustrados
europeos durante el siglo XIX, fecha en la que se establece que se produjo el
denominado descubrimiento científico de Canarias. Notables visitantes como
Sanino Berthelot, Olivia Stone, Philip Barker, Webb Christen Smith,
Leopold von Buch, o Elizaberth Murray entre otros, fueron los primeros que
tomaron rumbo a Canarias con interés científico. A partir de aquí, las bondades
naturales y climáticas del Valle de La Orotava fueron realmente conocidas en
Europa. Además, se ensalzaron las cualidades de muchos de los productos
agrícolas de la zona norte de Tenerife, como es el caso del vino, ya nombrado
por Wiliam Shakespeare en el siglo XVI a través de sus personajes y descripciones
literarias.
El actual muelle pesquero, es el origen y raíz de lo que ahora conocemos
como Puerto de la Cruz, al principio el “Limpio de las Carabelas”, como se le
conocía, era en realidad, el puerto de la Orotava y a medida que fue creciendo
en importancia, sobre todo después de que el puerto de Garachico, fuese
destruido por la erupción volcánica de 1706, se hacía necesaria su
desvinculación de la Villa y así el 28 de Noviembre de 1648, el rey Felipe IV,
autorizaba a la ciudad para nombrar un alcalde pedáneo.
El real decreto, se hizo público e 3 de Mayo de 1649, día de San Felipe,
día de las cruces y día de la onomástica del rey. De aquí la vinculación puerto
y cruz, aunque al parecer ya había referencias a este nombre “Puerto de la Cruz
de la Orotava” por una cruz de madera que se alzaba junto a la batería de Santa
Bárbara.
El muelle ó el puerto pesquero, junto a la Plaza del Charco son por así
decirlo un poco el corazón de la ciudad, un importante punto de encuentro para
residentes y visitantes. Un constante ir y venir de gentes, que sin embargo no
parece alterar la paciente y dura labor de los pescadores que aún perviven en
la zona, ni el refrescante baño casi diario de los vecinos. En las fiestas el
muelle huele a multitudes y se convierte en el gran escenario multicolor de la
diversión ciudadana.
El amigo del Puerto de la Cruz, Catedrático de la Universidad de La Laguna;
ANTONIO GALINDO BRITO remitió entonces (16/09/2012) estas notas: “…Hay constancia
documental de que antes de la erupción del volcán Garachico ya no era el
principal puerto en cuanto a la actividad, entendiendo por tal, la cantidad de
barcos que entraban y salían. El Puerto de la Cruz lo desplazo en las últimas
décadas del siglo XVII. la constancia a que me refiero es la documentación
relativa a la pesquisa que los comisarios del Santo Oficio llevaban a cabo
sobre cada barco extranjero o procedente de un puerto extranjero que llegaba a
nuestras islas.Esa pesquisa se hacía en una visita efectuada sobre el barco y
para el caso del Puerto de la Cruz de la Orotava, como por entonces se llamada,
la efectuaban los comisarios de La Orotava, que bajaban al Puerto y después de
efectuar la visita, por la que cobraban, llenaban un documento en el que se
hacía constar la procedencia, el nombre y nacionalidad del capitán, el número
de tripulantes y su nacionalidad, el tipo de carga y muy particularmente si
transportaban o no libros o cuadros prohibidos por el Santo Oficio. Esa
documentación se conserva en el Museo Canario de Las Palmas, aunque no está
totalmente completa…”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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