Aniversario
de su fallecimiento. Nada más que levantarme como siempre temprano, enciendo el
móvil y aparece un triste mensaje del amigo y compañero de docencia en el IES
La Orotava Manuel González Pérez, Domingo González Hernández, el texto dice
simplemente “El compañero Agustín Llarena ha fallecido”. Los pelos se me ponen
de punta, y no sé como comenzar este día tempranero de 9 de octubre del 2014, negro
y gris con benedictus a lluvias suaves y ligeras de nuestra pancha de burro.
Enseguida me pongo a pensar, a recordar toda una vida de docencia con el amigo desde
la Infancia y compañero durante años en el IES La Orotava Manuel González Pérez
(antiguo centro de Formación Profesional) del Barrio de San Antonio, Agustín
Llarena Ponte.
Nació
en la Villa de La Orotava en el año 1943, entre dos viejos e históricos
callejones; El Balcón y La Quinta, estudió bachillerato en el Colegio de San
Isidro, con aquellos inolvidables compañeros que ya cumplieron su bodas de Oro;
Peter, Pedro Pérez, Panchito Fariña, Francisco Sánchez, Ángel García, Antonio
Ordoñez, Paco Negrín, Luis Azagra, Fernando Cúllen, Emilio Luque, Francisco Codecido,
Cólogan, Ascanio y demás. Realizó los estudio del Preu en una academia militar en Madrid (su
padre era militar; don Carmelo Llarena) y se Licenció en Ciencias Químicas por
la Universidad de Valladolid.
Perteneció
desde niño al grupo folclórico y cuadro infantil de don Gustavo Dorta, aprendió
música de pulso y púa en la rondalla de Los Salesianos con don Paco Dorta y don
Gregorio Santana (sacerdote salesiano), participó en el año 1961 con los Coros
y Danzas de la Sección Femenina de la Villa en Madrid. También perteneció a la
rondalla de pulso y púa del Liceo Taoro. Su afición a la música y su magistral
toque con su bandurria, hacía las delicias con sus íntimos amigos; Manolo
Sánchez Perera, y Falo Pinillos Serrano.
Obtenida
la Licenciatura en Ciencias Químicas, se vuelve a su Orotava, da clases
particulares y en los colegios; Tacoronte y La Casa Azul, hasta que se
incorpora definitivamente al Centro de Formación Profesional de San Antonio de
su Villa, aprobando las oposiciones en Madrid.
Levaba
algunos años jubilado, nos veíamos poco, y casi nunca, la última vez que me
reencontré, fue en la playa de Jardín del Puerto de la Cruz, me preguntó con su
humor y característica de siempre, como estaba, le respondí que bien y que
próximamente pasaba a formar parte de su mundo de jubileta. Malas noticias me
llegaban de última hora, hasta que ese día me llega lo peor.
Agustín
era un clásico profesor de los de antes, cuando se trabajaba con orden,
equilibrio, y con técnicas muy rigurosa y derivadas de nuestra enseñanza en el
bachillerato. Un clásico que luchaba, por los alumnos, por su compresión del
material, y simplemente por el desarrollo clásico de la docencia, sin
modernidad, ni nuevas tecnologías. Todo un monstruo de la enseñanza del
romanticismo y de la perfección.
Era
pequeño de estatura, pero grande de corazón, magistral como persona y
extraordinario compañero en la docencia, que luchaba por la enseñanza justa.
Los cambios de planes de estudios (de los gobiernos) jamás pudieron con Agustín
que se encerraba en su clásico orden y disciplina, motivo que muchos
aprovecharon su aprendizaje, mientras que otros no pudieron o no quisieron
estar, simplemente la ignorancia a la
que siempre se llega tarde lamentablemente.
Juan
Francisco Reyes, José Burgo Lara (fallecido), Félix Calzadilla Rocío
(fallecido), Carmen Álvarez Abréu (mi hermana), Carlos, Ricardo Díaz, Domingo
González, Capi Cabrera, Lela Navarro, Cecilio Vega, Iluminada y un servidor y muchos más, luchábamos desde
el principio, para que el centro de la antigua Formación Profesional (desde los
viejos Barracones a los nuevos y flamantes edificios), llegase a la cúspide,
donde hoy se encuentra y se goza, como rutilante nuestro IES La Orotava Manuel
González Pérez del Barrio de San Antonio, mucho tuvimos que trabajar, claustros,
reuniones y muchas horas de trabajos y debates fueron evidentes.
A
titulo anecdótico. Estando Agustín dando clase en los recordados y viejos
barracones, se oía una música muy alta, la paciencia era el caminar de un lado
al otro, hasta que se asomó a la ventana del aula que iba al bloque de
viviendas. A ver si observaba de donde venía la música y llamar la atención. La
sorpresa, que un alumno suyo estaba en el anti techo con un viejo transistor
oyendo la música obesa.
Agustín,
querido compañero, espero que en el nuevo mundo, demasiado desconocido, pero esperanzador, misericordioso, de sosiego y de
paz, te reencuentre con compañeros del colegio de San Isidro, con tus
padres, dile a Burgo Lara y a Félix
Calzadilla que los horarios del próximo
curso académico están a punto de terminarse, quizá sea el reparto más fácil que
lo que siempre esperábamos. Un abrazo Agustín hasta siempre.
BRUNO
JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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