jueves, 19 de octubre de 2017

DON MIGUEL CASTILLO ALFONSO



El célebre músico compositor aragonés don Miguel Castillo Alfonso, en casa de mis padres en la Calle el Calvario de la Villa de La Orotava, se hablaba mucho de él, pues mi abuelo Bruno Abréu Rodríguez que tuvo que emigrar a la ciudad del Drago, Icod de Los Vinos, en los años de la primera Guerra Europea, formó parte de la Banda Municipal de Icod como ejecutante de trombón, era su director don Miguel Castillo.
Nació en Zaragoza el 14 de junio de 1876, a las 10 de la mañana, siendo hijo del maestro de música don Miguel Castillo y Valle y de doña Joaquina Alfonso Luna, ambos naturales de Oliete en la provincia de Teruel. Fue bautizado al día siguiente, en la iglesia parroquial de San Gil Abad de dicha ciudad, por don Andrés Almenara, presbítero Coadjutor de la misma; le fueron puestos los nombres «Basilio Miguel», siendo su madrina doña Teodora Cordon y Gimeno.
Desde muy corta edad pasó a Madrid, donde adquirió los primeros conocimientos musicales con su padre, que a la sazón era director de la banda y academia de música del Real Sitio de El Pardo. Casi niño ingresó en el Conservatorio Superior de la mencionada capital, donde cursó solfeo, composición y armonía y estudió clarinete, completando su formación musical.
Por esta época, su tío don Emilio Oliete, que poseía un importante comercio en el nº 10 de la calle de don Jaime I de Zaragoza, solicitó a su padre que lo enviase a dicha ciudad natal para que se fuera haciendo cargo del negocio; al poco tiempo lo encontraron en el sótano de la tienda llorando y abrazado a su clarinete; este hecho decidió que su padre lo reclamase a El Pardo, siendo tal la alegría del joven Miguel, que escribió una de sus primeras composiciones, «La Pilarica», mazurca dedicada a su «querido padre a la vuelta de Zaragoza».
Aún muy joven obtuvo, tras reñida oposición, una plaza de Clarinete solista en el Inmemorial del Rey, donde, bajo la dirección de una destacada personalidad artística conquistó fama de músico eminente. Por esta época formó parte de varias orquestas de teatros de Madrid, en las que afirmó su fama.
Cuando le llegó la hora de realizar el servicio militar fue destinado a la banda de música del Batallón de Cazadores de Canarias, radicado en Santa Cruz de La Palma, ciudad donde arribó hacia 1898 y en la que dirigió además la banda municipal, que colocó a gran altura. En esta etapa palmera compuso sus pasodobles «El subalterno», «El Ayudante» y «Cazadores de Canarias», entre otras producciones. Con ocasión del primer concurso de bandas que se celebró en Santa Cruz de Tenerife hacia 1902, los amantes de la música de dicha ciudad gestionaron que los cuatro profesores que eran el sostén de la banda militar palmera se incorporaran, una vez cumplidos sus compromisos con dicha agrupación, a la municipal de la capital tinerfeña, entonces bajo la dirección del maestro Sendra; y así lo hicieron. Tales cuatro eran: Miguel y su hermano Joaquín Castillo (clarinetes), Fernández Denche (bombardino) y Ramón Frías (f1iscomo); fueron llamados los «cuatro castillos», por ser los mejores puntales con que la banda capitalina sostenía su prestigio; de don Miguel diría la prensa que era «uno de los mejores profesores de clarinetes que por aquí han desfilado».
A comienzos de 1904, gracias a las gestiones de su amigo don Miguel Rodríguez Cervantes, don Miguel se hizo cargo de la dirección de la banda de música de Güímar, que por entonces ya tenía cierto apoyo municipal; el pueblo celebró el acontecimiento, pues en marzo de ese mismo año ya tenía una academia con 24 alumnos que prometían mucho. Fue uno de los principales fundadores de la Sociedad Filarmónica «Euterpe» de esta localidad, en cuyo seno creó el «Sexteto Euterpe», que amenizaba actos culturales en el antiguo teatro-cine, al propio tiempo que realizaba composiciones musicales. Uno de los acontecimientos más destacados de este periodo, fue la concurrencia de la banda a los festejos celebrados en Santa Cruz con motivo de la visita de S.M. el don Rey Alfonso XIII, el año 1906. El 28 de octubre de 1908, cuando contaba 32 años de edad, contrajo matrimonio con doña Florinda Campos Díaz, natural de Güímar, de 13 años de edad, hija de don Wenceslao Campos Ramos y de doña Margarita Díaz Castro. Fueron padrinos de la ceremonia don José Rodríguez Cervantes y doña Hortensia Gutiérrez Marrero, En esta primera etapa guimarera, el maestro Castillo compuso varias obras, entre ellas el celebrado pasodoble «jAI Socorro!», A mediados de 1914, y debido aciertas divergencias con algunos sectores de la Sociedad «Euterpe», surgidos Con motivo del intento de municipalización de la banda, don Miguel Castillo renunció ala dirección y abandonó la localidad.
Se trasladó a Las Palmas de Gran Canaria, en cuya banda estuvo un año como subdirector y clarinete principal. A mediados de 1915 fue requerido Por el Ayuntamiento de Icod de los Vinos, para que dirigiese su banda municipal. Su estancia en la entonces villa fue muy productiva, Pues la agrupación musical alcanzó un gran respeto y consideración en todo el norte de la isla y, como compositor logró su plena madurez, Con obras tales como los pasodobles «A la villa de Icod», «Aires del terruño» y «Cheme, gofio, papas y mojo picón; el «Himno al Drago Icodense», con letra de don Juan López Tamayo; el intermedio «Soñando», de preciosa melodía y perfecta instrumentación; la marcha «Amarca», inspirada en la leyenda de la joven guanche icodense del mismo nombre; etc.
Sin embargo, los amigos güimareros de su juventud le solicitaban insistentemente que volviera; así, en los primeros días del mes de abril de 1920, el entonces alcalde don Ignacio González García encomendó a don Miguel Castillo la reorganización de la disuelta banda municipal, a fin de que cuando se proveyese la plaza de Director, cuyo concurso se hallaba en tramitación, tuviese preparado el personal necesario para empezar a funcionar inmediatamente; siendo una prueba evidente de la eficaz labor realizada por el Sr. Castillo, el éxito alcanzado en la tocata verificada el 3 de mayo de 1920, acordándose por la corporación el gratificarlo con el sueldo de un mes. En Pleno celebrado el día 9 de mayo, se acordó por unanimidad nombrar director de dicha banda a don Miguel Castillo, único solicitante de la plaza, con la asignación anual de 2.160 pts .! En esta segunda etapa güimarera escribió bastantes piezas pequeñas, su «Villancico pastoril», en el que se recogía una antigua melodía local, probablemente de origen vasco; otras sobre temas de las fiestas locales, como la «Salve a la Virgen del Socorro», que dedicó a don Domingo Pérez Cáceres (Párroco entonces de Güímar), basada en un antiguo canto a dicha Virgen, el pasacalle «¿Pares o nones?», dedicado al maestro de instrucción primaria don José Hernández Melque, el pasodoble «El 29 de junio», que dedicó al maestro Cobeño; su obra cumbre en cuanto a trabajo de investigación se refiere, «Rapsodia Tinerfeña», ejecutada en la inauguración del pabellón de Canarias en la Exposición Universal de Sevilla, donde se manifiesta una versión propia de los cantos más singulares del folklore tinerfeño y en la que se recoge y salva de su desaparición la música de un antiguo romance popular chasnero de tema guanche, cuya letra salvó igualmente el Dr. Betancourt Alfonso; música descriptiva de facetas locales, como son su «Crepúsculo», que interpreta la puesta del sol por la cumbre de Izaña, y la serenata «Noches de Güímar», de finísima y delicada melodía; además de música de carácter general, como el original intermedio morisco «En el harén del Sultám”, que dedicó a su hermano Joaquín. En 1928 participó con su banda de música en el concurso insular que por las Fiestas de Mayo se celebró en la plaza de toros de Santa Cruz de Tenerife. La actuación de la banda de Güímar fue tan meritoria, que el público la premió con una extraordinaria ovación, la mayor con mucho, de la tarde. Todo parecía indicar que el primer premio sería para ella; pero la arbitraria decisión del jurado, de declarar desierto el primer premio, creando tres  segundos (Icod, Güímar y La Laguna, por este orden), originó la retirada espontánea e inmediata de todas las agrupaciones concurrentes (a excepción de la beneficiada) de los actos en que las mismas debían intervenir a continuación. Se recuerda que don Domingo Pérez Cáceres, que por aquella época era Párroco y Arcipreste de Güímar, y el alcalde don Tomás Cruz García, que habían animado al maestro Castillo, se indignaron como todo el mundo con dicha decisión del jurado, por lo que don Domingo, recogiéndose las sayas y dando un salto a la barrera, le dijo a don Miguel «Castillo, pá Güimar que aquí no se nos ha perdido nada». Se produjo en días sucesivos una enconada polémica periodística, que zanjó don Miguel Castillo con un artículo titulado «Unas declaraciones del director de la banda de Güímar»; como consecuencia, se suspendieron durante mucho tiempo los concursos de bandas en Santa Cruz.
A partir de esta desdichada fecha, y pese alas muestras de solidaridad recibidas de muchos puntos de la isla, en particular de La Laguna, cuya banda y autoridades municipales se sumaron espontáneamente al homenaje que Güímar rindió al maestro Castillo y su banda, la salud de don Miguel se resintió. Aquel hombre de tanta entereza moral y amor propio, acusó la injusticia y su mal moral, aliado ala diabetes que padecía ya una gripe complicada en tuberculosis, propiciaron su fallecimiento, que tuvo lugar el 22 de octubre de 1929, a los 52 años de edad, en su domicilio de la calle Marrubial; dejó viva a su mujer y sus hijos: Emilio (nacido en Güímar) y Basilisa «Chila» (nacida en Icod). La inesperada muerte del Sr. Castillo produjo gran sorpresa y hondo sentimiento entre sus innumerables amigos y conocidos, que lo acompañaron masivamente en su sepelio, que tuvo lugar al siguiente día 23, oficiando el funeral don Domingo Pérez Cáceres, siendo sepultado a continuación en el cementerio de la localidad. La banda municipal de la capital, en el concierto que esa noche del 23 dio en la alameda de La Libertad de Santa Cruz, en homenaje al distinguido finado ejecutó su obra «Rapsodia Tinerfeña» y los pasodobles «El subalterno» y «Power». En sesión de la Comisión Permanente del Ayuntamiento de 26 de octubre de 1929, el Presidente manifestó “no haberse repuesto aún de la dolorosa impresión recibida en La Laguna el día 23 del actual al serle notificado por teléfono el fallecimiento del Director de la Banda de Música de este Municipio, D. Miguel Castillo Alfonso, pues aunque no ignoraba el grave mal que éste padecía, no esperaba tan rápido y sentido desenlace. Hace un cumplido elogio de la personalidad musical del finado, que dice dio gloria y renombre a esta Villa por su brillante labor artística al frente de nuestra banda de música que por ello fue galardonada en Certamen público de Bandas y propone se haga constar en el acta de esta sesión el sentimiento que a la Corporación embarga por su fallecimiento». La Comisión, por unanimidad, acordó que así se haga.
El maestro Castillo dejó escritas alrededor de 115 composiciones, muchísimas de ellas inéditas. Canario de corazón, hasta el punto que era el músico de Tenerife que más a fondo conocía y con más cariño había estudiado el folklore musical de nuestra región. Era un enamorado del gran Power, a quién había dedicado una de sus composiciones y en cuya memoria se descubría cada vez que le nombraba.
El 22 de octubre de 1933, con motivo del 4º aniversario de su muerte, se celebraron por la banda dos actos de homenaje a su memoria, uno en el cementerio y otro en la Plaza de la República, donde se dio un concierto con ejecución de varias composiciones del malogrado maestro. Tres años más tarde, el 20 de mayo de 1936, el Ayuntamiento de Güímar acordó, a sugerencia del concejal don Pedro Trujillo, dar su nombre a la calle llamada de Santo Domingo; pero los vaivenes políticos de la época dejaron sin efecto la iniciativa. El 26 de junio de 1957 se hizo una misa de réquiem en la parroquia de San Pedro Apóstol por los músicos de Güímar fallecidos; a la terminación de la misma, se trasladaron las autoridades y demás personas asistentes al Cementerio de la población, donde depositaron una corona de flores en la tumba del añorado director Sr. Castillo. El 15 de junio de 1961, el Ayuntamiento Pleno le rindió un nuevo homenaje póstumo, dando su nombre a una calle del barrio del Rincón, cuya lápida se descubrió el I de julio de 1962. Finalmente, en sesión del 12 de diciembre de 1986, el Ayuntamiento de Güímar acordó, por unanimidad, nombrarlo Hijo Adoptivo de la ciudad a título póstumo, haciéndose el acto de entrega del correspondiente pergamino a su hijo, en acto celebrado el 21 de junio de 1987, donde actuaron la banda de música y la agrupación Amigos del Arte, que interpretaron obras del homenajeado; a continuación se descubrió una lápida en la casa donde vivió y murió este ilustre músico. También el pueblo de Arafo honró su memoria, dando su nombre a una calle de la localidad.
Sobre el maestro Castillo escribió don Eutropio Rodríguez Benítez, en 1928, lo siguiente: «...para ser un verdadero músico es necesario serlo por vocación decidida, por organización de sus facultades anímicas. Esto precisamente es Miguel Castillo: músico por vocación única y avasalladora, músico por sí propio, músico enamorado con fiebre loca de su arte, que con tanto entusiasmo cultiva... Porque Miguel Castillo es el único compositor de nuestro tiempo que con más cariño ha estudiado la psicología musical de nuestra tierra. Tinerfeño por adaptación, estudia con afán nuestro folklore musical, siendo el compositor contemporáneo que más se ha identificado con el motivo regional, el cantor más exaltado que en nuestro tiempo tienen nuestras plácidas costumbres y el que mejor las ha sabido reflejar en sus obras».

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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