viernes, 6 de octubre de 2017

RECORDANDO A MI ABUELO



Fotografía tomada en la azotea de casa de mis padres en la orotavense calle El Calvario en el año 1951. Nuestro abuelo Bruno Abréu Rodríguez acompañado de un servidor, con solo un año de edad.
Nuestro querido abuelo había sido mi padrino de bautismo de hecho llevo su nombre y el de mi padre en el segundo lugar.

Texto que remitió entonces mí primo hermano; Enrique Abréu Rodríguez,  residente en Madrid desde el año 1964, tras la muerte prematura y con un fallo en la medicina en general de su padre Enrique Abréu González (mi tío). Un texto sencillo y que nos lleva al pasado, no muy lejano sobre la figura de nuestro abuelo Bruno Abréu Rodríguez, ebanista de la zapatería y músico de la entonces Banda de Música Municipal de La Villa de La Orotava: “…Quisiera comentar algunas de las anécdotas que tuve con  mi abuelo Bruno, cuando yo era un chaval y él vivía aún, esto no es una cosa que implique dificultad, debido a que él era un hombre activo y muy dado a los demás; conocido en esa Villa por Bruno Abreu Rodríguez; y entre la chavalería siempre nos encontrábamos siguiéndole, como aquél que sigue a su Maestro. Un día como en muchas ocasiones él nos indicó el camino hacia aquello que era nuestro asombro... y allí estaba. ¡Era en el centro de la plaza de la Alameda! El kiosco de la Música se erguía en mitad de plaza, y junto a sus compañeros Músicos, interpretaban y armonizaban aquellos instrumentos que les servían para inundar el aire de notas melodiosas que a su vez llenaban nuestros oídos llevando nuestra imaginación hacía otras realidades más sutiles.
Intrigados por este acento en el cual estábamos sumidos, pasamos algún tiempo recordando las palabras de este hombre sabio y humilde, del cual confiábamos todos plenamente. Y es aquí en este instante donde pongo el principio a este corto relato.
Todo empezó una mañana al salir de casa; cuando él nos cogió a mi primo y a mí, y después de caminar a un paso rápido hasta la plaza del kiosco, y forzando después nuestros pasos hasta llegar a la Plaza del Ayuntamiento; yo sabía en aquel momento que iba ha suceder algo que pasaría a la posteridad familiar; y nunca lo olvidaré.
Nos presentó a D. José Mesa y a D. Teodoro Sanabria; para mirar que podrían hacer con nosotros, musicalmente hablando. Yo escuché desde afuera, la conversación casi enigmática de los dos profesionales y de mi abuelo, que comentaban sobre nuestro futuro musical. Personalmente tenía en mi cabeza una idea clara y peregrina a la vez, sobre los músicos.
¡Pensaba... que cada músico con su instrumento tocaban en conjunto todos, en un plano armónico!
¡Nosotros ya estábamos dentro de la Academia! Pero... ¿Dónde estaban los instrumentos que nos tendrían que darnos, para aprenderlos a tocarlos? ¡Yo estaba totalmente equivocado! Primero y antes de nada, había que Solfear; solfear, y solfear... y luego si eras bueno, pues te darían el famoso instrumento tan anhelado por nosotros. ¡Bueno! Lo que se dice bueno; parece ser que no lo era, pero recuerdo que de tanto mover la mano para arriba y para abajo, hacia derecha, y hacia la izquierda, en un acompasado son, llevaba ya más de cuatro sesiones musicales... Por fin y al final, a pesar de las sugerencias de mi abuelo, y viendo que no progresaba en esta nueva experiencia; decidí abortar las directrices dadas por mi abuelo, y renunciar a la música. Dejando paso libre a los más cualificados que ya existen ahora en ello…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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