El
amigo del Puerto de la Cruz SALVADOR GARCÍA LLANOS, remitió entonces (14/10/2012)
estas notas que tituló “BARRANCO DEL BICHO
(GODÍNEZ)”: “…Allá por los años setenta del pasado siglo, en dos ocasiones, un
fenómeno natural de difícil explicación científica produjo un revuelo popular.
Se registró en el
barranco de Godínez, término municipal de Los Realejos, en las cercanías de la
antigua carretera general del norte que conducía hasta Icod y Buenavista.
Alguien que una noche
cruzaba a oscuras el barranco escuchó una especie de respiraciones. Se asustó,
echó a correr y al día siguiente lo contaba a familiares y amigos.
No hizo falta mucho para
que la curiosidad se agigantara y comenzara el desfile hacia Godínez. Gentes
del pueblo pero también venidas de localidades cercanas, principalmente del
Puerto de la Cruz, se concentraron en los márgenes de la carretera y en los
senderos que conducían al fondo del barranco para especular y dar su particular
versión. Horas y horas, hasta bien entrada la noche, Godínez fue ruta de
curiosidad y peregrinación.
Las respiraciones eran
una especie de desahogo, lo que entenderíamos como un escape, como un soplido.
En la segunda ocasión, al coincidir con la erupción del volcán Teneguía, en La
Palma, se quiso encontrar ahí la razón de aquellos soplidos o de aquellos
extrañísimos desinflamientos. Allí estuvimos varias noches y así lo sentimos.
Pero la leyenda cobró
otros derroteros.
A la hora de ofrecer
explicaciones, llegó a hablarse de los jadeos y del éxtasis de una pareja que
exteriorizaba su placer de forma digamos tan desaforada. Hasta se hizo recuento
de criaturas nacidas al cabo de nueve meses para señalar que se aprovechó el
fenómeno para hacer el amor en cualquier cueva o rincón del barranco. Una venta
localizada al borde de la carretera agotó las existencias de vino y carne de
cabra.
Desde el Puerto de la
Cruz se organizaron verdaderas excursiones. En una de ellas, uno de los
hermanos Pérez, mecánicos de pro, llevó una batería y un potente foco
supuestamente para alumbrar los pasajes más recónditos de Godínez y poder
disparar sobre el bicho.
Porque alguien apuntó la
posible existencia de un animal, de un avechucho, recién nacido, malherido o
atrapado en el follaje o en algún hueco del barranco como causa de aquellas
respiraciones que llegaban a producir escalofríos en las mujeres y en muchos
hombres.
Allí nació la leyenda
del bicho. El bicho del Realejo o el bicho de Godínez. El periódico 'La Tarde'
se hizo eco en varias ediciones de la controversia. Fueron unos reportajes
deliciosos.
Y allí quiso disparar el
popular Gilberto Hernández, a quien Manolín González, si no estamos errados,
había provisto de una escopeta de balines. Se lo pasó muy bien con el mecánico
Pérez a su lado, a quien ordenaba la orientación del foco.
Gilberto tuvo en Godínez
una de sus genialidades: el padre Rubén, animado por las historias que le
llegaban a su parroquia, se acercó una noche para comprobar qué había de serio
en todo aquello. El cura trataba de explicar algunos fenómenos geológicos para
hallar similitudes hasta que Gilberto le interrumpió:
"Para mí, padre,
que se trata de un alma en pena que está vagando en el infierno y quiere salir
aunque esté abrasado".
"¡Hombre, Gilberto!
No diga usted eso, deje el infierno tranquilo que bastante dolor tienen los que
están allí!, replicó el padre Rubén, mientras Gilberto y acompañantes contenían
las ganas de la carcajada.
En la oscuridad de la
noche, apareció también Gregorio Avalos, un pintor acuarelista, precursor del
cabello largo de The Beatles y que intentó en cierta ocasión suicidarse en Las
Cañadas con un tubo de aspirinas. Tenía una peculiar forma de hablar, muy
castellanizada:
"¡Jesús, qué oscuro
está esto!".
En ese momento, el
mecánico Pérez encendió el foco y lo dirigió al rostro del artista:
"Soy Avalos, el
pintor, ¿no me reconocen?".
Se pedía y se guardaba
silencio cuando se escuchaban las respiraciones. Alguien pretendió grabarlas
pero no tuvo éxito. Algunos guardaron posiciones estratégicas, en las
proximidades de los "núcleos de emisión", como para localizarlos y
salir de dudas. Hasta que el silencio se veía alterado por un grito:
"¡Galano!, échate
un metro p'abajo, muchacho, a ver si sale el bicho y te pica".
En las páginas de 'La
Tarde' de aquellos días debió quedar reflejada la opinión del catedrático
Telesforo Bravo, quien negaba la posible respiración de aquellos extraños
ruidos con la erupción volcánica de La Palma.
Centenares de personas
se agolparon en la carretera, el hombre de la venta debió hacerse rico con el
chorizo y la carne de cabra, alguien se quedó con las ganas de disparar y
cobrar pieza, puede que alguna pareja haya aprovechado la ocasión para unos
arumacos o algo más, puede también que algunos hayan "visionado" al
bicho... pero lo cierto es que la popularidad del fenómeno fue decreciendo a
medida que pasaban las fechas y allí, en Godínez, no pasaba nada.
Pero en la pequeña gran
historia del municipio quedó este episodio, tan peculiar y tan popular. Tal fue
así que aquel barranco (con el paso del tiempo y el trazado de la nueva autovía
del norte, más aislado o más lejano) recibió, naturalmente, el sobrenombre:
barranco del bicho …”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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