Grabado a
plumilla del ilustre hijo del Puerto de la Cruz; don Bernardo de Iriarte. Publicado en la
revista Hespérides correspondiente al mes de septiembre año 1926. Trabajo del Cronista oficial de Canarias F. R. Montesdeoca y
García. PAGINA 12 – 13 – 14.
Los Iriarte,
Bethencourt y Cruz y Ríos, servirán de ejemplo, a las futuras generaciones.
El Puerto ha
tenido siempre algunos bienhechores o distinguidos padres de la patria que se
han esforzado, por embellecerlo.
Tipos de esta
clase lo son: Un Blanco, un Valois, un Cólogan Fallori y un Arroyo y Ordeche,
en lo antiguo, y en lo moderno otro Cólogan que dio a su pueblo natal Hombres
distinguidísimos en las carreras de las armas y diplomacia.
Asimismo
siguieron otros próceres en él camino emprendido por aquellos, recordándose con
toda gratitud a los González de Chaves, Machados y Arroyos, a José Nieves
Ravelo y a tantos que sería prolijo enumerar.
En la
actualidad año 1926 se encontraba al frente de los destinos del pueblo y lleno
de patriótico entusiasmo para hacerlo grande, próspero y hermoso, don Juan
González Sanjuán, hijo nativo de él, quien cuenta con entusiastas compañeros,
los que de seguro no le hicieron fracasar en su loable empresa.
Tuvo este
solar ribereño un Apóstol del Arbolado» cual lo fue, don Domingo Aguilar y
Quesada: otro, de la Enseñanza el benemérito don Benjamín J. Miranda y
aquel «Padre de los pobres» que se llamó don Juan González Martel médico
y cirujano afamado, quien, durante su carrera profesional enjugó muchas
lágrimas y mitigó grandes pesares, --a imitación del inolvidable galeno don
Julián Delgado-. Ambos murieron, y sus nombres, llegarán a la posteridad como un
salmo, vivificador.
¡A cuantos se
le han dedicado lápidas y estatuas con menos méritos que a estos benefactores!.
Siguiendo el
curso de las edificaciones que surgieron en derredor de la población, no
podemos menos de enumerar aquel Convento fundado por los Lorenzo sobre las
rocas del Infierno, que aún subsiste muy cerca del legendario Penitente.
En él falleció
la poetisa Fernanda Siliuto, en el nació Rodríguez Figueroa; ella; cantora de
la tristeza, él, trovador de la sensualidad, de la belleza helénica.
Recuerdos nos
ha dejado el monasterio de Santa Catalina, devorado por las llamas en el
Carnaval del año 1925. Dentro de sus espaciosos claustros, vivía austeramente
la sierva de Dios. Sor Antonina, cuyos despojos mortales reposaban en el cerco,
dentro de su arcón que olía a santidad.
Su celda fue
convertida en salón de actos por el Ayuntamiento y contenía, un hermoso tapiz
representando la fundación del pueblo, obra delicadísima de la pintora genial,
doña Lía Tavío: su ermita, además del célebre cuadro de Las Angustias de Van
Dik de la urna del Señor difunto tallada por el discípulo de Verant, don Manuel
de la Cruz que desapareció, y de otras joyas de mérito artístico, servirá para
levantar en ella el Palacio Municipal en Su día, puesto que ha sido comprado el
solar, a la Mitra Tinerfeña entonces en 20.000 pesetas.
Del
ex-convenlo, franciscano, donde se distinguió Fray Juan de Jesús y el
Padre Guzmán solo nos queda la antigua capilla de San Juan Bautista, primer
templo, y la nave mayor que están restaurando los R. R P. P. Misioneros del S.
C. de María para sus cultos y enseñanzas religiosas.
Solo de notable existe en este templo, un cuadro pequeño al óleo, donación de los Nieves Ravelo que adornaba el púlpito, conteniendo otra de autor estimado a su respaldo, y el de Animas, un poco deteriorado, debido al pincel de Quintana el Canario.
Solo de notable existe en este templo, un cuadro pequeño al óleo, donación de los Nieves Ravelo que adornaba el púlpito, conteniendo otra de autor estimado a su respaldo, y el de Animas, un poco deteriorado, debido al pincel de Quintana el Canario.
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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