Nació en el Puerto de la Cruz en la calle Valois, en una casa
propiedad de la familia del ilustre acuarelista portuense Francisco Bonnín,
pero desde muy niño vivió en la calle del Lomo, en el corazón del la
Ranilla, donde nacieron sus hermanos
(José Manuel, los gemelos Julio y Rafael, y Santiago); en el seno de una familia buenísima portuense, formada
por el matrimonio de Francisco Afonso Pérez y Rosa Carrillo Pérez.
Estudió primaria en el colegio de San Isidro
Salesianos de La Orotava, Bachillerato en el colegio de Los Padres
Agustinos y en San Agustín de Los Realejos y particular con su amado profesor
don Jesús Hernández (El Villero). Perito Mercantil en la inolvidable Academia Mercantil
Atlántida en la calle el Calvario de la Villa de La
Orotava con los profesores; don José Dorta Hernández (q.e.p.d.), don Félix
Calzadilla Rocío (q.e.p.d.) y el portuense don Ignacio Torrents, finalizando en
la Escuela Profesional de de Comercio de Santa Cruz.
A los 17 años ya trabaja en una empresa portuense ya
desaparecida, «Hernández Hermanos SL.». En 1974 contrae matrimonio con la profesora Loly
González Galindo, naciendo, en 1977, su único hijo, Aarón.
En los años 1979 fue elegido alcalde de su ciudad
natal, en las primeras elecciones municipales tras la restauración de la
democracia en España, con el 62 % de los votos, repitiendo en el año 1983 con
el 72 %.
Ya parecía el alcalde natural del Puerto de la Cruz, alcalde de
todos los portuenses de cualquier pensamiento y ranillero hasta las medulas.
Durante los 42 últimos días de su vida, fue nombrado
el Gobernador más joven que ha tenido la provincia de Tenerife. Hasta aquel fatídico 11
de septiembre de 1984. Como escribió su paisano, Juan Cruz Ruiz, en «El País», «los que
lloraron con él
cuando aceptó ser Gobernador, con despacho en Santa Cruz, no entenderán jamás la tragedia que
segó su vida».
El veterano periodista del
periódico “El Día” Francisco Ayala
comentaba en la edición del día 21 de septiembre del 2004, sobre la tragedia
acaecida en la isla Colombina en el mes de Septiembre de 1984, en la que perdió
la vida Francisco Afonso Carrillo: “…Ocurrió a mediados
de septiembre de 1984. No recuerdo si el siniestro comenzó el 12 ó el 11 pero
sí que fue el día 13 cuando las llamas alcanzaron a varias de las personas que
habían acudido a la Isla Colombina a colaborar en la lucha contra el
pavoroso incendio, más trágico por inesperado y con una violencia destructiva
hasta entonces desconocida en La Gomera. Tenía razón el delegado del
Gobierno en Canarias, José Segura, cuando dijo allí, al pie del Roque de
Agando, escenario de la tragedia, que el suceso "puso de manifiesto la
necesidad de mejorar el diseño de la protección civil en el Archipiélago y de
potenciar las comunicaciones entre islas para dar respuestas eficaces a este tipo
de hechos lamentables". Insisto en que nadie esperaba la catástrofe
porque La Gomera, que es, con La Palma, la Isla canaria que
mayor extensión de bosques posee en relación a las dimensiones de su
territorio, ha sufrido, creo, menos incendios forestales de importancia que las
demás. El anterior siniestro, también considerable pero no tanto como el de
1986, destruyó una parte notable del bosque de la Isla que,
afortunadamente, floreció al poco tiempo. Fue al final del 59. Pasaron, pues,
unos veinticinco años sin que se registraran sucesos de esta clase en La
Gomera y eso dio confianza en que nunca pasaría nada. Al principio no se
dio importancia a la aparición de las llamas, pero los vientos y el tiempo
favorecieron la extensión del incendio que llegó al tupido centro boscoso de
Agando, a cuyo lado pasa la carretera general que conduce desde San Sebastián a
Valle Gran Rey. Precisamente, en ese tramo, la vía transcurre por la estrecha
cumbre, limitada, a ambos lados, por laderas muy pendientes, prácticamente sin
caminos que condujeran al fondo de los valles. Me contaba un experto guarda
forestal que, cuando hay viento, se establece una rara y fuerte corriente que
se ciñe a la misma ladera. Y de ahí que las llamas avanzaran rápidamente ladera
arriba, arrasaran la misma carretera y bajaran por la ladera contraria, con la
misma rapidez. Unos excursionistas sorprendidos en el lugar, quisieron huir y
no se sabe si murieron por las llamas o por las lesiones que les produjo la
caída. Me contaba el mismo guarda forestal que él y otros compañeros
advirtieron a las personas que no se arriesgaran a pasar por la carretera. Allí
fue donde se produjo la mayor parte de las víctimas. El gobernador civil de la
provincia Francisco Afonso Carrillo, quien hacía poco que había sido nombrado
para ese cargo cuando ocupaba la Alcaldía del Puerto de la Cruz,
murió carbonizado en ese tramo, como algunos otros. El entonces presidente del
Cabildo de La Gomera, Antonio Plasencia, también fue atrapado por las
llamas y sufrió graves quemaduras de las que fue tratado en el Centro de
Quemados de Sevilla. Y cuentan que alguno escapó porque cerró los cristales del
coche donde permaneció mientras pasaban las llamas, aunque no se explica cómo
no prendió el depósito de la gasolina. No puedo olvidar las muchas horas de
pesadilla, incluidas noches enteras, pasadas en esta Redacción…”
El 3 de diciembre de 1985, día de San Francisco Javier, la
Ciudad inauguró su monumento, en la plaza Concejil, lugar de juegos
infantiles, en un acto multitudinario, el busto, en bronce, es obra de Roberto Ayala, Rosa
León, Francisco Rodríguez y Evelia Martín.
El amigo periodista villero RAFAEL BEN -
ABRAHAM BARRETO en el mes de mayo del año 2005, escribía un artículos dedicado
a la ciudad portuense, también menciona al malogrado Francisco Afonso
Carrillo: “…El Puerto de la Cruz, por tradición y por haber sido vanguardia del
desarrollo económico y social del Norte de Tenerife, hasta constituir su motor
y despensa de recursos, no merece continuar sumido en el sopor de la autocomplacencia
de unos y de los olvidos de otros. En el periodo socialista de 1982
a 1995 soplaron buenos vientos para la ciudad y no solo los Alisios, pero
sus alcaldes afines no supieron o no quisieron arriar velas que supusiera una
mayor implicación del Gobierno de Felipe González hacia los anhelos de una
ciudad que iba perdiendo paulatinamente cotas de influencia, prestigio y
bienestar, simplemente porque no cuajaban iniciativas como el parque marítimo
municipal y el muelle deportivo pesquero. En las décadas de los 80 y 90 del
pasado siglo se observan notorios esfuerzos del Ayuntamiento del Puerto
de la Cruz, presididos por el malogrado Francisco Afonso Carrillo, y Félix
Real, con la remodelación del refugio pesquero y construcción del dique del
futuro parque marítimo municipal. La primera, se ha demostrado insuficiente y
hasta peligrosa, y la segunda esta inacababa. Creo, es opinión personal
revisable, que se perdieron oportunidades de oro por falta de un ejercicio de
humildad y por creer en una riqueza económica aparente. Tal es así que las
administraciones socialistas de entonces se endeudaron hasta límites
exorbitantes porque no aguardaron o no pudieron acceder a las ayudas externas.
Es probable que esté equivocado en este planteamiento, pero esa era la percepción
que tenía entonces y expongo ahora…”
La Orotava era su segunda ciudad, todos los años
acompañaba la procesión del Corpus en su recorrido alfombrado multicolor a olor
del brezo de nuestros montes con las autoridades, participaba en la
Romería de San Isidro, conjuntamente con su gran amigo entonces Alcalde
de la Villa Francisco Javier Sánchez García, en muchas ocasiones le
acompañaba Santiago González Alcalde de Los Realejos, aquello era una explosión
de alegría, vivía la romería como un villero - ranillero, y llegó a decir
públicamente, que la romería no tenía que acabar en la Ermita del
Calvario donde se veneran los Santos Patronos, sino tenía que seguir hasta su
Puerto de la Cruz.
El
amigo del Puerto de la Cruz; SALVADOR GARCÍA LLANOS remitió entonces
(11/09/2014) estas notas que tituló “¡QUÉ SEPTIEMBRE EL DE AQUEL AÑO!”: “….Y ya han pasado
treinta años (2014). Un suceso fatídico marcó para siempre la historia. La
vida, en cualquier caso, no siguió igual. Pero acontecieron más cosas en aquel
septiembre de 1984, tan dramático y esperanzador a la vez.
El voraz incendio de La Gomera se cobró veinte vidas,
entre ellas la del gobernador civil de la provincia y ex alcalde del Puerto de
la Cruz, Francisco Afonso Carrillo, un político carismático que se había
ganado, por encima de ideologías, el afecto y la simpatía de muchísima gente.
Aquel mediodía del 11 de septiembre, en las cercanías de Agando, quedaron otros
servidores públicos, voluntarios, excursionistas y jóvenes a los que el fuego,
en un repentino cambio de viento, envolvió sin remisión. Digámoslo una vez más:
fue una tragedia.
El mes se había iniciado con deporte y belleza, con el
triunfo de Italia -España quedó tercera- en el campeonato de Europa junior de
waterpolo, disputado en la piscina deportiva portuense. Fue una cita decisiva
para el impulso de la disciplina en la ciudad y en la isla, que llegó a tener
un representante en la división de honor durante varias temporadas. Y el
concurso de guapas, misses Tenerife y Atlántico, se saldó con los triunfos
individuales de Oceanía Castilla e Isabel Santana, respectivamente.
En coordenadas políticas, el gobierno municipal, en un
saludable ejercicio de transparencia, daba a conocer que la deuda del
Ayuntamiento se elevaba a entonces a ochocientos un millones de pesetas. La
financiación se complicaba al saberse en aquellos días que el Fondo de
Compensación Interterritorial disminuiría en un 1,6%. La exigua representación
de Alianza Popular, en el la oposición, pidió una auditoría. Mientras eran
aprobados tres padrones municipales de contribuyentes y eran abiertas al
tráfico, tras pesadas obras, las calles Cupido, Pérez Zamora y Nieves Ravelo,
se conocía que en agosto habían entrado en el complejo ‘Costa Martiánez’ doce
mil cuatrocientas setenta y tres personas más que en el mismo período de 1983.
La Universidad Popular Municipal (UPM), con más
programas, cursos y materias, se prepara para su tercer curso lectivo. El
Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) conmemoraba, con un apoteósico festival
folklórico, su vigésimo aniversario. En una fiesta de la cerveza, se
consumieron más de tres mil litros.
Pero el incendio lo asoló todo. Sin percibir aún su
dimensión, apareció el cadáver de un empresario francés, Jean Paul Raguet, en
las inmediaciones del Taoro. Nunca fueron esclarecidas las circunstancias.
Fueron días de luto y consternación, con testimonios desgarrados aparecidos en
los periódicos. Tras ellos, se inició el undécimo Congreso de la Sociedad
Española de Bioquímica, una de las ciencias del futuro. Un homenaje popular al
maestro Jesús Hernández Martín quedó pospuesto a diciembre. Fallecía un gran
deportista portuense, campeón de España de natación, Fermín Rodríguez. En las
últimas fechas, Los Panchos cosechaban un gran éxito con una nueva actuación en
la ciudad. Ya se hablaba de las primeras cifras del proyecto del parque
marítimo, unos novecientos millones de pesetas. Se iniciaba el contencioso del
Ayuntamiento con los vendedores ambulantes. El concejal portuense Miguel Ángel
Díaz Molina fue designado director territorial de Deportes del Gobierno de
Canarias, en tanto que las subidas en las tarifas de algunas ordenanzas eran
contestadas por los ciudadanos.
Al cabo de treinta años, ¡qué septiembre el de aquel
1984!…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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