miércoles, 13 de septiembre de 2017

ALEXANDER VON HUMBOLDT Y EL TEIDE (1769 - 1859)



Friedrich Heinrich Alexander Barón de Humboldt (Berlín Alemania 14 de septiembre de 1769 – 6 de mayo de 1859), conocido en español como Alejandro de Humboldt, fue un geógrafo, naturalista y explorador prusiano, hermano menor del lingüista y ministro Wilhelm von Humboldt.
Es considerado el  "Padre de la Geografía Moderna Universal". Fue un naturalista de una polivalencia extraordinaria que no volvió a repetirse tras su desaparición. Los viajes de exploración le llevaron de Europa a América del Sur, parte del actual territorio de México, EE.UU., Canarias y a Asia Central. Se especializó en diversas áreas de la ciencia como la etnografía, antropología, física, zoología, ornitología, climatología, oceanografía, astronomía, geografía, geología, mineralogía, botánica, vulcanología, y el humanismo.
Hijo de Alexander Georg von Humboldt, un oficial del ejército de Federico II el Grande de Prusia, y de Marie Elizabeth von Hollwege, heredera de una fortuna de un matrimonio anterior. Recibió educación en el castillo de Tegel y se formó intelectualmente en Berlín, Fráncfort de Oder y Gotinga. Durante su adolescencia deseaba dedicarse a la carrera militar, pero su familia lo alejó de esta inclinación. Realizó su primer viaje formativo en la primavera de 1790 y lo llevó a lo largo del río Rin hasta Holanda y de allí a Inglaterra, con lo que empezó a soñar con navegar a otros continentes. El regreso a su país lo hizo en el marco de la Revolución Francesa, lo que contribuyó al fortalecimiento de sus ideas liberales.
Estudió en la Escuela de Minas de Freiberg y trabajó en un departamento del gobierno, pero tras la muerte de su madre a finales de 1796 renunció a su carrera de funcionario público prusiano y se lanzó de lleno a sus ambicionados viajes científicos. Tenía disponibilidad de fondos económicos, fruto de su herencia, y se relacionaba con personalidades como Friedrich u Johann Wolfgang von Goethe.
Se desplazó a Paris y planificó un viaje por África. Sin embargo, este proyecto se vio truncado, por lo que decidió partir a explorar Ámerica del Sur y Centro América (1799)). En compañía del francés Aime Bonpland, recorrió diez mil kilómetros en tres etapas continentales.
Desde La Coruña viaja en junio de 1799, rumbo a Tenerife en la corbeta Pizarro acompañado de su fiel colaborador Aimé Bonpland. Su amistad en la Corte española con el canario Clavijo Fajardo, Director del Gabinete de Ciencias Naturales en Madrid, a quien estaba obligado remitirle las recolecciones de plantas y minerales en tierras es­pañolas del continente americano, y su encuentro con otro joven natural de las islas, Francisco Salcedo, le posibilita una estancia llena de acontecimientos en Tenerife, a cuyo puerto arriba para cumplimentar la parada obligatoria de los buques españoles en la ruta hacia las América. Independientemente de que las recomendaciones de la Corte le permitiesen una mayor estadía en la isla de Nivaria, que había conocido recientemen­te en su piel la erupción volcánica de Chaorra, en las Narices del Teide. Corno décadas atrás lo viviese la isla de Lanzarote con sus Montañas de Fuego, en el Timanfaya, a cu­yas costas se acercó en su travesía náutica al llegar al archipiélago.
El atraque del Pizarro, el día 19, no estuvo exento de ciertos riesgos y sorpresas pues naves inglesas, pese a la derrota de Nelson, aún merodeaban las costas tinerfeñas. Además coincidió con la llegada del verano, lo que contribuyó a iluminar y resaltar la estampa del puerto santacrucero ubicado en la costa del macizo de Anaga y que se le quedó grabada al ilustre geógrafo alemán. Encima era lugar de encuentro de personajes populares relacionados con la vida social y comercial de la que luego fuera capital de la isla. Y de estadía obligatoria para todos los que pretendiesen cruzar el océano camino de las América, por lo que era bien conocido en los medios europeos dedicados a estos menesteres.
Humboldt y Bonpland, después de presentar sus credenciales reales al Gobernador militar, Don José Perlasca, se alojaron en la residencia del general Armiaga donde apre­ciaron algunas plantas características de las islas. Aprovecharon la tarde para herborizar en los barrancos de Anaga que desembocan frente al castillo de Paso Alto.
Después de pasar la noche en Santa Cruz de Tenerife, salieron al amanecer hacia La Laguna camino del Puerto de la Orotava, desde donde habían previsto la ascen­sión al Teide, principal objetivo de los naturalistas europeos durante su estancia en Tenerife.
De su excursión por el norte de la isla escribió Humboldt párrafos maravillosos. El paisaje tinerfeño se le convierte en una verdadera revelación. Tenerife -señala el barón alemán- goza de las bellezas que la naturaleza ha derrochado en las regiones equi­nocciales.
El hombre sensible a las bellezas de la naturaleza halla en esta isla deliciosa reme­dios aún más eficaces que el mismo clima. «Ningún sitio me parece más apropiado para suprimir la melancolía y devolver la paz a un alma que sufre, que el de Tenerife...», le escribe a su hermano.
Humboldt se enamora del paisaje exótico de la isla. Se apasiona con su naturaleza, -fuente de goces, amiga y recurso, única protección del hombre-, y encuentra en el medio ambiente tinerfeño el marco que hasta entonces le había faltado.
La clave de su sensibilidad hacia el paisaje y la piedra de toque de su sentimiento estético de la naturaleza, como bien lo recuerda el profesor Cioranescu, lo resalta el na­turalista alemán cuando escribe las páginas que dedica en su libro maestro a esta bella e intensa excursión hasta la vieja comarca de Taoro. Recorre la vega lagunera, cruza Te­gueste y llega a Tacoronte. Cruza la comarca de Acentejo, que cita como campo de ba­talla, y alcanza Tamaide, en la ladera del valle. Abajo, la costa, el Puerto. Arriba, por encima de la Villa, sobre las nubes, el Teide.
El cuadro que le ofrece el Valle a los ilustres forasteros les impresiona de tal manera que Humboldt escribiría más tarde que lo encuentra más variado, más atractivo, más ar­monioso incluso que algunas zonas que había visitado en América, que las riberas del Orinoco, que las cordilleras del Perú, que los valles de México.
Bajan al Puerto y se detienen en el Durazno. Conocen los trabajos que en el Jardín Botánico deLa Orotava lleva a cabo el VI Marqués de Villanueva del Prado, Don Alon­so de Nava y Grimón, al objeto de aclimatar las plantas que crecían en los territorios del imperio español repartidos por Asia y América.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

1 comentario:

  1. El teide es un volcán hermoso inactivo en la actualidad, felizmente pude conocerlo de cerca luego de animarme a una larga caminata en su búsqueda, siempre es bueno guardar recuerdos de éste tipo de naturaleza, para contar en la vida.

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