Fotografía expuesta y coloreada originalmente por el amigo y compañero de docencia del
Puerto de la Cruz; RAFA AFONSO CARRILLO, referente al muelle pesquero portuense.
El amigo del Puerto de la Cruz; AGUSTÍN ARMAS
HERNÁNDEZ. Remitió entonces (15/09/2017) estas notas que tituló; “EL PARQUE
MARÍTIMO PORTUENSE”: “…Según cierto popular adagio:
<<Un pueblo feliz no tiene historia». Pero en estos días, trombas de
agua, corrimientos de tierras, seísmos y terremotos, son noticias muy
frecuentes que los medios de comunicación, entre otras buenas, nos imparten.
Pocos días, o ninguno, se libran de una u otra calamidad, y estas negras
noticias son al mismo tiempo ocasión de que aprendamos más geografía, algo sin
duda provechoso.
Que Dios aparte
estos azotes de nuestras pequeñas islas; pero no ignoramos que nuestros marinos
y pescadores han tenido que enfrentarse, desde hace tiempo, con las olas del
mar bravío. Este océano tenebroso, que hasta Cristóbal Colón no se atrevía a
cruzar.
Al presente, se
va construyendo en la ciudad turística un parque marítimo, cosa que no podían
imaginar nuestros pobres y sacrificados pescadores de antaño. Es archiconocido
que este Puerto de la Cruz ha tenido como siempre cierto atractivo y especial
encanto.
Quien lo
visita —turista extranjero, peninsular o isleños—queda casi siempre
impresionado por ese embrujo o sutil hechizo, que lo hace inolvidable. Sabemos
que don Agustín Álvarez Rixo, y otras hábiles plu-mas describieron la historia
de este pueblo, sus personajes y avatares. Podemos decir que, antes de las
modernas construcciones, cada rincón de esta población tenía su particular
encanto. El muelle portuense fue en otros tiempos —desde que desapareció, en
1706 el de Garachico por erupción volcánica— uno de los más importantes del
Archipiélago. Su momento álgido, el de más movimiento, fue desde finales del
siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. Desde entonces aún siguió teniendo
cierta importancia hasta la tercera década del siglo XX. El muelle se construyó
pequeño y donde actualmente está ubicado, pues aunque el sitio fuese estrecho,
era, no obstante, el más apropiado. El mar embravecido en esta costa y los
escasos medios técnicos y económicos no permitían otra cosa.
Puesto que no
podían atracar los grandes navíos, el enlace con tierra se hacía por medio de
grandes lanchones.
Según avanzaban
las técnicas en los medios de transporte y se construían las asfaltadas
carreteras, fue perdiendo protagonismo el pequeño puerto portuense. Todo el
tráfico marítimo pasó a Santa Cruz que se convirtió en el puerto indiscutible
de toda la isla.
Desde niño
comencé a pensar que éste, mi pueblo, era un lugar privilegiado, donde Dios
había derramado sus bendiciones. Comprendo que ahora quizás no las merezcamos
por nuestra conducta, pero siempre podemos arrepentirnos y volver a las sanas
costumbres de nuestros antepasados. Desaparecieron los extensos platanales que
rodeaban al pueblo con su exuberante verdor; pero los soberbios edificios
hoteleros han traído la riqueza a la población y a todo el valle de La Orotava.
El Ayuntamiento está, con generosas expensas, y muchos sacrificios va llevando a
cabo el parque marítimo. Que, aunque tarda mucho en comenzar, esperamos
sea otro atractivo turístico, que embellezca la ciudad y atraiga más numerosos
visitantes…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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