Fotografía que remitió entonces (31/08/2013) el amigo del Puerto de la Cruz;
ARNOLDO SUAREZ LUIS.
El amigo del
Puerto de la Cruz; MELECIO HERNÁNDEZ PÉREZ, remitió entonces (31/08/2013) estas
notas que tituló; “PACO AFONSO, TODO UN MITO”.
Publicadas en
el matutino tinerfeño EL DÍA: “…Con la venida de la anhelada democracia como el
mejor régimen político tendente a mejorar la condición del pueblo, había
conciencia de la importancia del éxito en la gestión de la Alcaldía, para
lo cual nuestro Puerto de la Cruz precisaba de un hombre que se
revelara con méritos y cualidades suficientes, pero nadie dudaba de la
sabiduría del pueblo soberano que sabría elegir al mejor: un hombre salido del
y para el pueblo; pues hasta entonces por la designación digital no había
surgido la oportunidad de optar al sillón del gobierno municipal. Pero afortunadamente
los comicios de 1979 elevaron a este puesto a un muchacho vivaracho y simpático
de excelentes dotes, íntegro y consecuente, y con un venturoso porvenir, quien
con el tiempo se consagraría por su valía humana y política como uno de los alcaldes
más deseados y queridos del siglo XX.
Francisco J.
Afonso Carrillo nació en el Puerto de la Cruz, calle Valois, el día 10 de julio
de 1948, cuando La Ranilla aún resumía el sabor rancio de barrio
típicamente marinero. Transcurrieron los primeros años de su infancia como la
de todos los niños de aquella época, en el seno de una familia estimada y
querida, de gran arraigo religioso, en un ambiente apacible y sereno.
Inició sus
estudios en el Colegio de los Padres Agustinos, donde también cursó el bachillerato.
Posteriormente estudió Comercio, dejando siempre entre sus condiscípulos la
entrega generosa de su amistad y los más gratos recuerdos.
A los 17 años
comenzó a trabajar en la empresa Hernández Hermanos, S.L., y cinco años después
ingresó en calidad de director de la agencia de viajes “Marsans”, cargo que
desempeñó hasta noviembre de 1979 cuando solicitó excedencia para dedicarse a
la alcaldía.
Gran
organizador e infatigable trabajador, sabía que debía laborar en equipo, y con
las acrisoladas virtudes de persona honrada y responsable, al integrarse al
Partido Socialista Obrero Español en 1977, descuella rápidamente dentro de su
partido, y desempeña en la comisión ejecutiva de la agrupación local los cargos
de secretario general y presidente. Su personalidad empezada a perfilarse y
encabeza la primera plancha electoral democrática en la que resultó elegido
como alcalde con el sesenta y dos por ciento de los votos, alcanzando el PSOE
doce concejales en una corporación de veintiuno.
Pronto alcanzó
gran popularidad entre sus conciudadanos- y se equivocaron quienes en principio
objetaron que era mucha responsabilidad para tanta juventud- porque muy pronto,
con entrega y tesón, formó y sincronizó su equipo de gobierno, y el campechano
alcalde de la ciudad portuense, continuó desempeñando a satisfacción de la
mayoría, que vio en él al hombre inteligente, digno y capaz, con criterio y
eficacia de resolución para los arduos y conflictivos problemas que a diario se
presentan en un ayuntamiento de tanta envergadura. Atendía y recibía a cuantos
acudían a él, haciendo de la calle y del hogar una prolongación de su despacho,
donde siempre con una sonrisa jovial y amable, y con la bondad que le
caracterizaba, complacía a todos por igual, sin distinción social ni preferencia
ideológica, sin que jamás el cargo alterara su compostura, “porque seguiré
siendo la misma persona que antes de entrar en la Alcaldía”, y es que se
dio por entero en cuerpo y alma a su pueblo que tanto amó y defendió.
Sabía de
organización y administración; entendía de economía y turismo; y amaba la
política, pero como buen prácticamente del socialismo, era justo y equitativo,
por lo que en sus planteamientos las ideas eran lógicas y consecuentes con los
problemas que examinaba responsablemente, y defendía serenamente, pero en
debate liberal imponiendo en las más de las veces su criterio en la exposición
de sus argumentos, pensados por y para el bien de su Puerto, con una dialéctica
entusiasta, y aunque al principio no dominaba este difícil arte, ya sea por
falta de costumbre o por formación, pronto adquirió cualidades oratorias, que
ya quisieran para sí los más destacados parlamentarios.
Indudablemente
Paco llegó a la Alcaldía en un período espinoso, como ocurrió a
todas las nuevas corporaciones democráticas, y es que sin experiencia ni
aprendizaje en estos menesteres, apuró el crisol de la nueva etapa de la
libertad democrática, no sin vencer grandes dificultades de todo tipo.
Desempeñó
también el cargo de presidente de la Mancomunidad del Valle
de La Orotava, y fue miembro del Parlamento provisional de la
Comunidad Autónoma de Canarias, hasta que en mayo de 1983 volvió a
encabezar la candidatura del PSOE para las elecciones municipales donde resultó
reelegido con el setenta y dos por ciento de los votos, y es que ya se había
ganado enteramente el corazón de su terruño natal.
Tal cúmulo de
méritos no podía dejar de ser recompensando, como así ocurrió, en efecto,
elevándolo al puesto de gobernador civil de la provincia de Tenerife, el día 24
de julio, reemplazando a Eligio Hernández.
En todos los
cargos que desempeñó, demostró siempre humildad, afabilidad y sencillez;
integridad y perseverancia en un demócrata nato que honró la Constitución,
Canarias y España.
No accedió a
los cargos públicos por vanidosa popularidad, sino guiado de los mejores fines,
que en la práctica política, dio pruebas constantes de altruismo tan poco
comunes en nuestro tiempo. Se entregó con abnegación y entusiasmo durante los
años de su mandato, ganándose la admiración, simpatía y cariño de los más, y es
que si los hombres públicos actuaran así, los pueblos de España estarían bien
gobernados, ya que políticos honestos y consecuentes como Paco Afonso son de
los que está necesitado nuestro país.
Sus
adversarios lo fueron por profesar ideas distintas a las suyas, y como dice
Millán Cazorla: “aceptó las críticas con una sonrisa, abierta y leal, cariñosa:
nunca abrigó en él rencor o indiferencia”.
Si con la
labor desarrollada y la ascendente carrera que tanto prometía ¿qué futuro
cabría esperar, sino los más relevantes cargos? Pero tal vez, los hombres
buenos son inmolados en plena juventud en aras de no sé qué extraños signos de
la vida; su carrera política que era ya su vida se vio truncada por la tragedia
que sumió en el más profundo dolor a toda su familia que no sólo es la
suya, sus íntimos, sino que es también el Puerto de la Cruz y
Tenerife, que ven desaparecer la promesa en que habían puesto tatas esperanzas
e ilusiones.
Todas las
clases sociales y políticas simpatizaron con Paco que ha sido como un mito, y
el pedestal perenne que ya se presiente sobre el suelo porteño, ha de
levantarlo el pueblo que desea ardientemente cimentar el monumento que perpetúe
eternamente la memoria de su alcalde y gobernador, porque Francisco J. Afonso
Carrillo, seguro que vivirá siempre entre nosotros a través de los tiempos como
el mejor ejemplo de hombre bueno, gran gobernante, hábil político; padre y
esposo ejemplarísimo…”
BRUNO JUAN
ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR
MERCANTIL
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