Este vez y por omisión de la anterior, quiero agradecer
sinceramente a mi amiga desde la infancia de la Villa de La Orotava; MGRACIA
PINILLOS SERRANO, por haberme facilitado las fotografías de este amigo conocido
por “PEÑA”.
De izquierda a derecha; Luis González Acebal, Jesús Hernández
Acosta, Juan Pedro Peña Díaz “PEÑA”, Vicente Martin Travieso. Agachado Agustín
Rodríguez.
El amigo desde la infancia de la Villa de la Orotava; EVARISTO
FUENTES MELIÁN “ESPECTADOR”, remitió entonces (13/09/2017) estas notas que
tituló; “ROCA (A JUAN PEDRO PEÑA)”: “…Eras fuerte como una roca, como una peña, testarudo y
prudente, dos cualidades aparentemente contradictorias. Nunca supe si eras
chicharrero o lagunero de nacimiento. Estudiaste en los Hermanos de La Laguna y
en la Escuela de Comercio de Santa Cruz, donde—por ti me enteré—se podía
ingresar a los diez años, como si fuera un bachillerato paralelo. Conociste en
tu infancia y adolescencia el lagunero Barrio Nuevo; corriste aventuras
veraniegas cerca de Villa Nava, donde los Palazón--y luego Elfidio al desposar
con Magda—tienen su residencia habitual. Jugaste al futbol en juveniles, de
lateral, junto al defensa central más duro que yo he conocido personalmente:
Pepe Martínez Navarro, que además es aparejador como yo. La anécdota más
impactante es que Martínez, leñero donde los hubiera, cuando veía al extremo
contrario intentar entrar por tu banda, te decía: “¡Quítate, Peña, que voy
yo!”…. Martínez era del estilo de Colo Santaella, cuando en aquel inolvidable
partido de Liga de Primera, el jueves festivo, Doce de Octubre de 1961, cubrió
a Paco Gento en su mejor momento de pentacampeón europeo madridista, y lo
arrinconó contra la valla lateral de la vieja visera de preferencia, en el
estadio Heliodoro R.L.
Te viniste pal Norte muy
joven, destinado a la Banca, pero, ¡ojo!, no banquero, sino bancario. Aquí
contrajiste noviazgo, e ibas a los bailes del Liceo antiguo a conquistar a
Lala, una guapa muchacha del distrito de Los Poyos de Petit Home. Allí, en el
Liceo viejo, una vez—en una de mis pedas que nadie de menos de setenta años
conoce—me metí contigo haciéndome el gracioso, y merecí un cachetón más fuerte
que el que le diste a aquel indocumentado, a quien advertiste de que con tu
doble viaje a Cuba, la patria materna, no se juega…
Dormías en una de las
escasas pensiones para solteros pretendientes que había en La Muy Noble y Leal
Villa.
Pasaron los años y
compraste luego la finca mejor administrada y de medidas adecuadas para
vendimiar, que se halla en las cercanías por encima de Barroso; en la azotea de
su coqueta vivienda te esperaba un can que te reconocía y te ladraba de
alegría, a más de un kilometro de distancia, cuando le ibas a dar de comer, subiendo
por un desvío empinado, desde la carretera general que sigue a Las
Cañadas.
Tenías muchos amigos,
todos de calidad manifiesta, comíais calidad y bebíais, sin pasaros, calidad
también (este párrafo me salió en godo, ignoro el motivo).
En aquellos aperitivos
sabáticos se charlaba con vestigios políticos de alto copete. Un caballero
abogado y un hombre de apodo ‘El Ejemplar’, intelectual hecho a sí mismo,
componían y destacaban en los ‘findes’ de la improvisada tertulia
mañanera.
Al final de tus días,
cenaste conmigo y Santi sénior y Pepe Hache y A. Jesús, un par de veces en un
restaurante de moda en el centro de La Villa.
Pero luego,
desgraciadamente, el respirador te cortapisó tus libertades. Ahí empezó
tu descendimiento físico y moral, aunque tú procurabas disimularlo.
Gracias, Peña, por
tantos ratos entretenidos. Doy el pésame a tu desconsolada esposa (esta
vez no es tópico ni cumplido); y a tu hija, una excepcional artista
de la cámara fotográfica, con premios a escala internacional, entre otros, una
distinción en La Habana cultural.
Juan Pedro Peña:
descansa en paz…”
BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL
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